Como en ninguna película del grandilocuente John Ford el paisaje es tan protagonista como en está. Puede que sea la paleta de colores que ya de por si aportaba el Monument Valley; paisaje elegido por el director para muchas de sus películas que cobra inusitada presencia gracias a que está es una película filmada en color. El valle monumental refuerza como nunca la frágil templanza del paisaje humano. En una travesía donde la psicología de los personajes otorga a la historia tantos giros evidentes como ocultos.
Cuando se abre la puerta que nos entrega mucho más que el comienzo de la película, podemos ver a lo lejos galopar la silueta del tío Ethan (John Wayne) que regresa tras la guerra civil al rancho de su hermano. Si estamos atentos a los gestos y a las palabras de los integrantes de la familia podemos descubrir sentimientos y actos reprimidos bajo el subyugante peso del calor de hogar. Los comanches son una amenaza para la tranquilidad y el cariño que presenciamos. Es entonces que aparece en escena el singular reverendo y jefe de los Rangers de Texas al que le da vida el notable actor Ward Bond quien llega al rancho con no muy buenas nuevas. Un joven mestizo, Martin (Jeffrey Hunter), da pie a que conozcamos el profundo desprecio que siente el personaje de John Wayne por los comanches.
El detonante del drama radica en el ataque de los indios al rancho cuando Ethan, Martin y el reverendo junto a otros hombres van a la caza de los ladrones de ganado que asolan a la región. Al regresar, se encuentran no solo con la devastación, sino que también con un salvajismo que borra sin compasión la intención de ñoñeria que podría atribuirsele a las verdaderas intenciones de los guionistas. Las sobrinas de Ethan han sido secuestradas por los comanches (una es una adolescente y la otra solo una niña) por lo que no muy de acuerdo la mayor parte de las veces, van en su búsqueda Ethan y Martin. La búsqueda trascurre a lo largo de varios años; lo que nos da pie a conocer a otros personajes memorables como la novia de Martyn (Vera Miles) y la cuota de humor característica en los actores con los que generalmente trabajaba el director John Ford.
El resultado de esta travesía donde los sentimientos humanos nunca son lo que parecen, lo conocerá solo aquel que se atreva a ver esta obra de arte cuyo titulo original es The Searchers (también conocida como Más corazón que odio) y sin duda alguna tiene un lugar merecidamente ganado entre los cinco mejores western de la historia.
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