F ragonor venía del Mercado. Al Mercado iba de tanto en tanto porque en allí encontraba lo que buscaba y al precio que estaba dispuesto a pagar. Belosa; su esposa, pelaba las papas; callada como los últimos años. Evitando cualquier conversación, pues, pasados más de veinte años de matrimonio, cualquier conversación podía terminar en discusión. Fragonor sentado frente a Belosa respiraba malhumorado. Su mujer nada preguntaba y ya que no preguntaba, el esposo largó de una vez las palabras, sin mediar invitación alguna: - Los afuerinos se toman todos los rincones de la calle... y son unos mal educados. Belosa ni siquiera levantó la vista. Siguió pelando las papas, esperando que no hubiese otro comentario. Pero una vez que Fragonor soltaba las palabras, tomando en cuenta que no era hombre de muchas palabras, no había forma de que nada o nadie le impidiese dar su opinión. - Una señora quería entrar al abasto de harinas y unos afuerinos le entorpecía el paso con el enorme carretón...