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Mostrando las entradas etiquetadas como a veces me acuerdo de cosas

La lectura (X)

D ebo confesar que me incomoda mucho cuando alguien en un persa, una feria o en una librería me pregunta si busco algún libro en especial. La mayor parte de las veces lo hacen con un tono y una intención bastante agradable y atento pero, será por traumas de infancia (La lectura V) o debido a que me gusta mucho tomarme todo el tiempo con el que cuento para revisar las repisas y las estanterías que están al alcance de los posibles compradores o porque tengo la suerte de encontrar sin buscarlos maravillosos libros….no me gusta que me pregunten qué es lo que busco cuando miro libros.     Sé que muchas personas van a los lugares donde expenden libros en busca de uno o más títulos puntuales, no obstante quiero creer que todavía habemos muchas personas que miramos los lomos, las portadas o leemos las reseñas como parte fundamental de la experiencia de leer; que muchos cuentan con la buena fortuna de encontrar siempre libros interesantes y a un precio accesible.   ...

El lado de afuera de la puerta

  C uando uno se queda del lado de afuera de la puerta ve las cosas bien distintas a cómo se ven a través del marco de la ventana. Ve la calle que es bien larga y si se atreve a caminarla se da cuenta de que son muy variadas las calles a las que puede llevar una sola calle. Forzosamente uno se encuentra con personas que no conocía. Se encuentra con otras voces que dicen las mismas cosas que dicen otras voces, pero lo dicen de manera distinta. Hay niños chicos del lado de afuera de la puerta, mujeres que se ven más viejas de lo que son y hombres que han aprendido a conjugar de muy mala manera el miedo. Del lado de afuera de la puerta me hice amigo del vino y de los perros. Conocí las luces que hacen menos oscura las noches y aprendí que lo que se considera importante en el día, es también importante durante la noche. Supe que se puede dormir en cartones y que pocas cosas abrigan tanto como dormir rodeado de perros. Quemé al frío desde adentro, con un buen sorbo de pisco y vi bai...

La lectura (IX)

 * La lectura es peligrosa porque no ha de faltar la gente que crea que aquello que dicen los libros puede y debe ser posible.     Porque aún no existe mejor antídoto contra la ignorancia. Quien lee piensa y quien piensa, es natural que actúe; que algo ya no sea igual a como era antes de la lectura.     Aquello que dicen los libros fecunda ideas…si acertadas o equivocadas, es solo el tiempo quien lo puede decir.     Quien puede parir ideas difícilmente puede permanecer callado ante lo que considera injusto. **     Quien lee va muy lejos, aunque en un parque, un patio o en una celda lea. Le es imposible retener eso que hace años llamamos imaginación. Puede soñar o divagar con innegable felicidad. Vivir su vida y a la vez muchas otras vidas sea cierto o mentira la reencarnación. Encontrar las palabras de amor que sabía tenía que decir, pero no las hallaba en ninguna parte. Recobrar la memoria que había perdido o que le habían hecho perder. ...

La lectura (VIII)

H aber descubierto las bibliotecas públicas hace algunos años había sido una verdadera fiesta para mí. Saber que podía leer casi cualquier libro, atreverme ahora a llevarme libros a la casa, incluso por algunas semanas…pasé muchas horas en la biblioteca municipal de la comuna en que crecí. Hice grandes amigos que como ha  sido siempre en mi vida, forman parte de un momento que es más recuerdo que certeza del día a día.     Leí mucho de las obras de Pablo Neruda , Antonio Skármeta , Hermann Hesse y Eduardo Galeano por citar a los autores que más leí en mi periodo de bibliotecas. Formé parte de un taller literario y leí mis primeros escritos a cercanos y desconocidos. Supe qué era una hemeroteca, aprendí que a pesar de lo que había pensado antes, los diarios no tienen fecha de vencimiento y que las revistas guardan las distintas fascinaciones de las personas impresas en colores.     Muchos años después sigo buscando en las bibliotecas; me hago amigo de q...

Los carretoneros

N o deja de ser extraño que el regalo que más recuerdo de cuando era niño sea un carretón. Que ese carretón lo haya hecho para mí un hombre que muy pocas veces tenía trabajo y que, el regalo, haya sido yo quien lo hubiese pedido con la finalidad de que se me hiciera mucho más fácil traer algo que ayudara a parar la olla. Anduve varios años empujando o tironeando ese vehículo que funcionaba con un motor con dos desnutridos pistones. Lo cargaba con bolsas, cartones, diarios viejos o botellas que, por entonces, hacían más fácil conseguir el sustento y cambiar todas aquellas cosas que la gente me daba, por algunas monedas que me otorgaron cierta independencia. Éramos varios los que, de pantalones cortos, manejábamos nuestros vehículos rumbo a las ferias para ayudar a las caseras que nos aguardaban, maternales, para que les ayudáramos con las compras. Los vendedores también nos esperaban con encargos y con baldes que había que llenar con agua para lavar las verduras que estaban sucias. Algu...

La música (V)

*     L eonardo Favio, en materia de romanticismo, era para mí un modelo a seguir, una ventana hacia un patio no encontrado en ninguna parte que se abrió explicándome de alguna forma cómo era que yo quería hablarles a las mujeres cuando me propusiera enamorarlas.      Sonaban sus canciones en la radio y en mi personal estéreo como sonaban las de muchos otros cantantes, pero, ninguna me decía tanto como las canciones que había escrito e interpretado este hombre de voz recia que sin embargo podía decir cosas muy tiernas.     Muchos años después supe que ante todo Leonardo Favio Había sido director de cine (uno de los más importantes de Argentina); que grababa discos y hacía giras de tanto en tanto para poder ganar el dinero que necesitaba para poder filmar las películas con las que soñaba.     Son caprichosos a veces los caminos del arte, o tal vez simplemente extraños, porque muchas más personas lo reconocen y lo recuerdan...

La lectura (VII)

                                                                       *                 E ntre los libros que compraba con el dinero que mi mamá me daba de lo que yo ganaba trabajando en la feria, vendiendo diarios o haciendo algunos trabajos ocasionales para alguna de las vecinas, mis predilectos eran los de la editorial española Bruguera. Eran libros de bolsillo; aventuras en el oeste, casos de detectives o historias de ciencia ficción escritas al por mayor por escritores que usaban distintos seudónimos para abarcar una demanda de lectores por entonces muy excesiva.     Leía aquellos libros con una extraña avidez de hallar aquello que no encontraba en la televisión; no eran libros que se pudiesen después recordar, pero fueron para mí lo que son hoy la...

Hombres (V)

  U n hombre mayor que yo del cual no viene al caso recordar ahora ni su nombre, ni la situación puntual en que intentó “ aconsejarme” me sugirió que, habiendo ya pasado los quince años, era tiempo de que tuviese una polola. Le expliqué que no había encontrado todavía ni el tiempo, ni la mujer con la cual poder conversar, que no me resultaba nada fácil establecer una relación debido al profundo respeto que me producían las mujeres. Recuerdo hasta el día de hoy el rostro descompuesto de aquel hombre mayor al cual le faltaba madurar mucho todavía - él esperaba llevarme a mi primer prostíbulo apenas cumpliera los dieciocho años - sin alcanzar a entender aquellas futilidades de las cuales yo le hablaba. Me dijo bastante molesto que: si de verdad estaba esperando aquello es porque algo no andaba demasiado bien con mi hombría ; que las mujeres a esa edad eran para besarlas y tocarles las pechugas. Creo entender su preocupación; lo que pasa es que por entonces yo era bastante extraño; d...

Mujeres (V)

E ncontré en aquella esquina que no visitaban las compañeras y compañeros exitosos del liceo a Beatriz y a Cristina quienes me ofrecieron por primera vez el enigma de las mujeres que no tienen miedo a ser ellas mismas. Allí estaban, aparentemente sin precisar de nadie, seguras pero solas como solos estábamos Andrés y yo. Les frecuentábamos de vez en cuando…Andrés enamorado y yo enamorado de otras muchachas distintas, muy distintas de las dos pensadoras que sabias, nos oían hablar de penas de amores. Beatriz tenía su propia historia de amor, extraña… pero historia de amor al fin y al cabo (cosa de la cual ninguno de los otros tres podíamos presumir). Yo miraba a veces a quien ella decía amar y palabra que algo no me calzaba. Ella era como nosotros; es decir de aquellos y aquellas que parecen destinados a estar solos, sin embargo, aseguraba que él que claramente había nacido para moverse entre triunfadores en verdad la amaba.     Observaba a esta adolescente que me pa...

La lectura (VI)

  * C uando todavía era niño y caminaba por el centro de Santiago, en aquellos días que parecían eternos, inevitablemente terminaba parado frente a las vidrieras de la más grande cadena de librerías de la capital. Miraba por largo rato los libros en las grandes repisas; hechizado entonces, traspasaba las puertas olvidándome de que no tenía la ropa ni la edad adecuada para entrar en las grandes tiendas. Muy poco tardaba en acercarse un dependiente que, invariablemente mirando con desconfianza mis grises vestimentas, me decía en voz baja (como para no interrumpir a los distinguidos clientes) que saliera de inmediato.     Volvía otros días, anhelando no encontrar al mismo dependiente, sin embargo, cada vez que entraba se repetía la historia. Me pedían que saliera no importando quien fuera el dependiente de turno. Es verdad, no tenía por entonces dinero para comprar los libros, pero no recuerdo que me expulsaran de otras librerías. Por eso fue que prometí que cuando fu...

La lectura (V)

P ienso que entre los 10 y los 13 años fui un pésimo ejemplo de niño en la escuela. No jugaba en los recreos por desconocimiento y desinterés en los juegos que interesaban a mis compañeros e incluso a veces me hacía expulsar de la sala premeditadamente para poder ir a la inspectoría con la finalidad de estar cerca de los libros que usaban los estudiantes de los cursos más grandes.     El inspector era un señor muy bonachón; el abuelito perfecto según yo, sabía muy bien que me aburría lo extremadamente conservadores y conservadoras que eran mis profesores y mis profesoras. Que los contenidos que me correspondía estudiar por edad en castellano, historia y ciencias naturales yo ya los conocía por lecturas anteriores. Él era mi cómplice, el responsable directo de que yo, tanto en los recreos como en aquellas clases donde no me podía aguantar por tanto tiempo en la sala, anhelase estar en su oficina leyendo los libros que él guardaba en un gran estante.     ...

Mujeres (IV)

C asi todas las mujeres que fueron importantes en mi infancia y en mi adolescencia están presentes en los poemas o prosas que aparecen en mis anteriores libros. A veces cometí la osadía de nombrarlas con nombre e incluso apellidos, en otras ocasiones fue un adjetivo o un seudónimo lo que dio pie a un escrito. Las mujeres suelen ser para mí un misterio al mismo tiempo que permanentes motivos de fascinación; las respeto desde siempre y no cometería nunca el error de subestimarlas o de generalizar cuando a sus contradicciones toca referirse.     Crecí rodeado de mujeres, pase hambre junto a ellas tanto en la casa como en la calle, aprendí con ellas a pensar antes de actuar, a ser limpio, a reparar en detalles en los, que, de no haber compartido con ellas, no hubiese reparado jamás. Fue por eso que le dije aquella vez a aquel amigo que respetaba a las mujeres; jamás ha dejado de ser así…me sigo enamorando de ellas en cada esquina y muy a mi pesar, sigo siendo capaz de amar ...

Hombres (III) y (IV)

  U na tarde decidí ser como los otros niños y salir a la calle a jugar. En la esquina del pasaje estaban los muchachos más grandes fastidiando a los más chicos. El más  alto de todos ofreció a uno de los de mi edad dejar de molestarlos si me pegaba un puñetazo en la cara. No creo haber alcanzado a estar un minuto en la calle cuando ya estaba de vuelta en la casa con la nariz sangrando, mi mamá alarmada preguntándome a la vez que me limpiaba con un paño húmedo qué era lo que había pasado. Me quedé callado pues ni siquiera yo entendía qué era lo que había pasado; no era la primera vez, ya en una ocasión había intentado jugar con los amiguitos de la población, recuerdo que me tuve que esconder detrás de un poste de la luz pues tocaba jugar a la guerra. Fue solo un segundo que asomé la cabeza, entonces vi venir la piedra que me dejo inconsciente por alrededor de cinco minutos tras darme de lleno en la frente.                     ...

Mujeres (III)

  T engo tres hermanas hermosas como pocas. Tiene tres tipos de belleza que enorgullecen y alegran mis recuerdos. La mayor es morena, como la tierra que da a luz la fortaleza de los árboles. Es la que habla menos porque también es a quien le importan menos aquellas cosas del intelecto. Sin embargo, lo que le faltó en estudios lo tiene de sobra en coraje y esfuerzo. Es una de las mejores madres que conozco, una gran trabajadora y un ejemplo de superación, honestidad y dignidad.     La que nació después de mí, heredó parte de la belleza de nuestra mamá. Es bella estéticamente hablando y con el paso de los años, el dolor y las decepciones también el modo de pensar se le ha ido embelleciendo. Le cuesta perseverar en aquello que se propone, sin embargo, no ha sido nunca de las que se dan por vencidas.     La más pequeña en edad es cómicamente la más grande en estatura; es alta pero inevitable amorosa cuando quiere serlo. Hace reír o hace llorar con la m...

Hombres (II)

  M e refiero a él como mi medio padre porque nunca fue malo como para llamarle padrastro ni responsable como para nombrarlo padre. Conforme yo crecía, él también crecía un poco. Ahora entiendo mucho mejor tantas cosas de no entendía en él; su vida es una colección de errores; la mayoría los ha tenido que pagar muy caros.     Él fue mi mejor amigo durante casi veinte años. Algunas veces lo acompañaba a los esporádicos trabajos de gasfitería o conducción que de tanto en tanto encontraba.  Contaba historias increíbles y no pocas veces le vi ayudar a otros sin esperar nada a cambio. Le escuché hablar con odio de la burguesía y con devoción de las causas sociales que él no seguía, pero defendía con profunda convicción. Gracias a él conocí el maní confitado y los turrones, la historia de Macario que tanto me gusta, las canciones de Alfredo Zitarrosa y los tangos de Carlos Gardel. Como si todo esto fuera demasiado poco, le vi intentar ser padre de la menor de mis he...

Mujeres (II)

E n estricto rigor, tuve tres abuelitas; las tres, no cabe duda, mujeres muy admirables.     Comenzaré por mi abuela materna; una flor del campo trasplantada a la mala a un macetero que nunca la pudo contener del todo en la ciudad. Fue madre de a lo menos doce crías y esclava por décadas de un trabajador y poco cariñoso patrón…marido perdón. Mi abuela paterna pasó por este mundo casi sin hacer ruido. Acumuladora tanto de recuerdos como de objetos, sabia como muy pocas; vivió siempre muy sola. En sus piezas (no le conocí nunca una verdadera casa) estaba siempre arrumbada junto a sus muñecas, juguetes, papeles marchitados que fueron importantes en otro tiempo y de cuadros con fotos de personas que ya no estaban.     Mi tercera abuela es la madre de mi medio padre. De ella me quedó su tremenda lucidez, sus finos modales y su rico lenguaje (aunque mi madre cuenta que cuando se trataba de ofender, había muy pocas capaces de hacerle frente).   ...

Hombres

  L a vida nos termina por enseñar que aquello de los buenos y los malos, la mayor parte de las veces, tiene sustento nada más que en las historias que nos contamos desde tiempos inmemoriales, para ver si así podemos ser un poco mejor los unos con los otros. Por mi parte no tengo ningún interés en convertir a nadie en héroe o en villano; sin embargo, debo reconocer que sé muy poco acerca de mi padre. Él salió hace muchos años de la vida de mis hermanas y de la mía; nos visitó demasiado poco cuando fuimos niños y solo recuerdo que muy pocas veces podía contribuir con dinero para nuestra manutención, razón por la que incluso estuvo preso un par de veces.     Tengo un vacío demasiado grande detrás de su rostro. Casi no nos vimos ni hablamos por algo así como veinte años; sé muy poco de su infancia, de cómo se sentía con respecto a la historia incompleta que inevitablemente le pertenecía tanto a él como a nosotros. Mi mamá intentó no hablarnos nunca mal de él (al menos...

Mujeres

M i mamá es una mujer admirable. Ya sé que esta es una frase típica para referirse a una madre, pero es que la mía, apartada de aquella devota imagen que tanto impone nuestra sociedad cristiano-machista al hecho de ser madres, de verdad que lo es. Cuando iba a la escuela y no había acabado siquiera el segundo básico, tuvo la mala idea de decirle a mi abuelo, que era de esos patriarcas a la antigua, que no le gustaba estudiar; entonces su papá que no era como son los padres de ahora la mandó a trabajar. Había cumplido recién los ocho años cuando ya era una sirvienta experta, chalupiando los años llegó a sus diecisiete abriles entonces, en días de amigos y malones, llegó a la casa de mi abuelo el que sería mi padre (o pudo ser, pero esa historia es para después) era amigo de uno de los hermanos de mi mamá. Si tomamos en cuenta que era el abuelo quien iba cada fin de mes por casi diez años a cobrar los sueldos de su hija, no era para nada extraño que al ver que un mozuelo mostraba, digamo...

La música (IV)

  *     M e las arreglaba para tener una radio pequeña o uno de esos personal estéreo que estaban de moda (de segunda mano eso sí, porque los nuevos todavía eran caros) para escuchar las estaciones de radio que emitían música antigua o copias de casetes con canciones de protesta que podía conseguir en las poblaciones. Usaba audífonos porque me gustaba mucho escuchar música por las noches. La cosa es que me quedaba hasta muy tarde a veces oyendo canciones que me remecían lo mismo las ideas que los sentimientos. Era un romántico sin remedio y a veces olvidaba que los demás estaban durmiendo y me ponía a cantar con un volumen de voz que además de ser inadecuado, me dejaba completamente en evidencia acerca de las canciones que escuchaba. Era muy vergonzoso que constantemente me hicieran callar, sin embargo reincidía, cada vez menos porque o me quedaba dormido antes de puro cansado que estaba o porque en la medida que uno crece le comienza a ganar la vergüenza de sus id...

Un regalo para compartir (16)

  N o recuerdo la razón por la cual, el 26 de enero de 2023, no subí una etiqueta con el titulo que lo venía haciendo el día de mi cumpleaños. Curioso porque el año recién pasado me deparó "sobresaltos" (tanto negativos como positivos) que en modo alguno hubiese sospechado. Pasaron cosas este 2023 que de alguna manera me posicionaron de manera distinta para este 2024. Me descubrí profundamente querido por no pocas personas, respetado y valorado más allá de lo que yo mismo valoro o respeto los actos y las palabras que ofrezco a quienes me rodean. En esta vida mía que, a partir de ahora, comienza a ofrecerme el decimo año de lo que nunca me atreví a esperar. Vida que debe ir más lenta e inevitablemente más responsable de los afectos de los que me he ido rodeando. Todavía recuerdo con profundo cariño los afectos del pasado. Personas a las que quise tanto y deje partir esperando que pudiesen ser todo lo felices que merecen ser. Todavía me quedan algunas hojas por escribir y compa...