No es la primera película de aquel magistral director que fue Alfred Hichkock pero sí la génesis de un estilo con un sello muy propio: el del suspenso. Antes de esta cinta da la impresión de no haber definido su estilo de películas; humor encontramos siempre (incluso más presente en su etapa muda que el suspenso) historias de sorpresivo desenlace, y ambientes claustrofóbicos pero sin definirse hasta entonces el estilo que definiría de aquí en adelante las películas del que es considerado el maestro del suspenso.
Basada en la novela Los treinta y nueve escalones de John Buchan es la historia de un hombre que se ve involucrado en una situación no esperada; en medio de un número de variedades en un teatro se produce una refriega la que termina tan solo tras un misterioso disparo. El hombre es abrazado por una misteriosa mujer que una vez en su departamento le confía un terrible secreto el cual debe ser informado a las autoridades. Aquella noche la mujer es apuñalada y por su puesto que el hombre que es inocente debe huir pues quienes la asesinaron conocen su rostro, nombre y paradero….de ahí en adelante comienza una trama que hoy parece muy vista, pero nunca cansa de redescubrir en su fuente más notable.
Era 1935 y esta película inglesa le daría un repentino prestigio a su director; pronto vendrían nuevas cintas tanto en Inglaterra como en un futuro no tan lejano en la mismísima meca del cine (Hollywood). Es un honor tener acceso al comienzo de una leyenda, una experiencia gratificante y entretenida. Para quién sepa de cine una cinta imperdible, para quién disfrute las buenas películas, una apuesta segura y para quien no le gusten las películas, una buena excusa para arrepentirse y comenzar a comprender porque el cine de antaño hoy es tan venerado e incluso descaradamente plagiado.
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