Uno de los problemas que me acosan en mi relación con
otros desde que era niño es el de parecer un tanto pedante con respecto a las
cosas que sé o me gustan.
Muchas veces las personas que tienen
intereses más doctos por decirlo así, tienden a mirar a los que no los tienen
con cierto desdén, como si miraran por sobre el hombro...disfrutan y se
vanaglorian de la opera que escuchan, el cine arte que frecuentan o las
pinacotecas que han visitado; pues bien, aunque no cabe duda que la
conversación con ellos puede parecer interesante, es a menudo frustrante para
aquellos que se acostumbran a temas más populares.
A mí me gustan las personas, por sencillas
que sean; me gusta oírlas, saber de ellas y de lo que les gusta; también
me gusta compartir lo que yo he aprendido y me angustia que algunos piensen que
puedo ser engreído...porque a mí me cargan los engreídos. El problema
que yo tengo es que puede parecer que soy de aquellos que pretenden
enrostrarle a los otros lo mucho que ha leído cuando en verdad de lo que me
siento agradecido es de lo poco que he vivido.
He andado por muchas partes y las personas
más instruidas que he conocido poco sabían de teatros o bibliotecas. Sé que
algunas mujeres con los años (y las penas) inevitablemente terminan siendo
fuentes de luz para quienes les rodean; he bebido con ancianos que saben que
les queda poco por caminar y no dudan en compartir todo aquellos que han
aprendido de su paso por este valle de desilusiones. Conozco a
algunos jóvenes que tienen tanto que decir y todavía no son escuchados y
niños que inexplicablemente comparten reflexiones tan o más profundas que
aquellas que les le oído a sus mayores.
La cultura está en todas partes, eso lo sé
hace muchos años. Los antropólogos lo saben, los documentalistas lo
saben...pero algunos todavía piensan que lo académico es señal de estatus;
que hay culturas más elevadas que otras y que no es culto quien no comparte sus
intereses. Pensar esto es un despropósito para aquellas pocas
tribus que nada saben de la globalización y todavía enseñan a sus crías
como convivir equilibradamente con la naturaleza. No es consistente todavía con
aquellas familias que ven en los programas de televisión sus únicas fuentes de
información y entretención.
Pueda ser que pronto entendamos todos que
quienes somos no puede ser de ningún modo empeorado por lo que otros son sino,
todo lo contrario...se conoce más cuando más se vive; los prejuicios no son
sino una enfermedad de tantas que afectan a quien busca el saber.

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