Juan Lucero era un chico rudo; uno de aquellos que golpeaba a los muchachos más débiles y que escondía tras los golpes que daba, las marcas de los dolores que a él le golpeaban por dentro. Como la mayoría de nosotros tuvo una infancia difícil; solitaria tal vez...desprotegida de afectos, es seguro.
Su maldad estaba desde muy temprano reflejada tanto en sus ojos fríos como penetrantes y en una risa macabra que retumbaba por mucho tiempo en los oídos de quienes por él fuimos maltratados. Pocas veces vi disfrutar más a alguien con el dolor ajeno. Pocas veces vi a alguien cuyo corporalidad fuera tan claro reflejo de su maldad.
Han pasado muchos años y en ocasiones veo pasar a Juan Lucero por las mismas calles que nos vieron crecer. De su risa nada queda, sus ojos miran espantados, están recogidas sus extremidades de tal forma que le complican caminar. No sé si me recuerde; no sé que fue lo que le pasó; pero Juan Lucero hoy no podría maltratar a nadie. Es un cuerpo lisiado, una mirada de terror permanente y una mueca de asco que no hace fácil mirar su rostro.
Comentarios
Publicar un comentario