He estado por estas noches escuchando canciones que me recuerdan la adolescencia. La que tuve y la que hubiese querido tener. Escuchando de nuevo canciones que de modo alguno me pertenecen porque son y pertenecen a un tiempo en el que yo a penas era un recién llegado a la calle de tierra que era mi primera calle. Recordé a un hermano que no era en realidad mi hermano que sensible y cómplice me habló de la película que remeció el comienzo de mi adultez de manera idealista, tierna, libre pero de mentira no más porque esa es la finalidad que para no pocos tiene el arte.
No sé en realidad si alguien que no haya visto la película pueda disfrutar de igual forma las canciones y el dialogo que logran establecer los instrumentos con quien los escucha, es tarde para mí, ya no puedo hacer aquel ejercicio, estoy destinado a asociar para siempre la música con las imágenes, a reconocer que hay películas y bandas originales de esas películas que nos dicen tanto a unos y que les son terriblemente indiferentes a otros. Todo se remece en mi cuando escucho El amor es más fuerte o la canción Tango Feroz que es la reconstrucción romántica e idealizada de una vida que tampoco fue la del hombre en que está inspirada esta adolescencia que no es adolescencia porque el hombre sobre quien fabula esta historia también estaba comenzando su vida adulta al momento de su muerte.
Resabios del romanticismo, el inconformismo y la rebelión de otros tiempos que al igual que los tiempos que retrata la película son tiempos que les pertenecieron a otros y que de igual forma inspiran, afectan e influyen en los tiempos de quienes sensibles y cómplices logran comprender el significado de canciones como Soplando en el viento o Malevaje, la profundidad de El Oso y de Presente que hablan de aquella extraña sensibilidad que parece tan propia de la adolescencia cuando en realidad adolecemos durante gran parte de la vida. Hay que haber estado verdaderamente enamorados, solos y desorientados para comprender en su totalidad una banda de sonido que de todos modos puede ser igual de potente para quien la escuche sin haber visto la película o sin haberse enamorado nunca o pensado nunca en el bienestar de los demás. Ahí está la magia de lo que puede ser compartido.

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