
Me alegra que esté estudiando para hacer algo que claramente no es fácil; que tenga profesoras y profesores que le demuestran que nunca está de más detenerse a observar, que escriba sobre el avance de sus sesiones en un blog, qué se haga preguntas y que no de todo por sentado. Me alegra que haya alcanzado la madurez para distinguir a los hombres de los personajes, que no se dio nunca por vencido y que todavía me recuerde.
Nos conocimos en una escuela rural donde los sueños validados se basando en GANAR; subir el puntaje en la prueba Simce para así poder sobrevivir, ser los primeros en los torneos de fútbol, en las competencias de atletismo y de cueca. Una escuela donde a veces aparecen cronopios que solo quieren dibujar o escribir poesía. Esperando a esos niños y niñas yo sigo allí. El paso de los años me ha regalado el respeto de aquellos adultos que me han visto perseverar en aquello que no es rentable y el cariño de aquellos estudiantes que se siguen sorprendiendo de que yo siga llegando en la micro como hace veinte años.
Quisiera decirle a aquel estudiante que se me quedo enredado en el apodo con que le nombrábamos aquellos que lo queríamos. Si mal no recuerdo, eramos tres extraños en un mundo de ganadores; dos niños que soñaban y un adulto que compartía sus sueños pretendiendo aportarles en algo por si algún día se atrevían a comprobar por ellos mismos que si se puede; que los caminos no son del todo fácil pero hay que recorrerlos para saber en dónde terminan. Sé que ese estudiante que como otros y otras, al andar sus propios caminos a veces me recuerda es el verdadero motivo por el que soy profesor. Saber que algunos y algunas valientes como él no se dan por vencidos me devuelve las fuerzas que de tanto en tanto creo ya perdidas.
Daniel Pinto Martínez es el nombre con quien compartimos tardes en que juntos a otros y otras que no quisimos ganar nunca, aprendimos que si la vida nos botaba, teníamos que pararnos y decirle que no habíamos nacido para permanecer en el suelo. Que la fortaleza no se demuestra por medio de golpes y que un alma noble tarde o temprano brota entregando lo inesperado a otros que creían que los sueños eran sueños no más. Quisiera decirle a Daniel y a quienes hoy le rodean que estoy tan feliz de que ellos existan y que anhelo tanto que Matías vuelva y que los demás no se den por vencidos.
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