Hace muchos años, cuando fue la primera vez la música se quedó dando vueltas dentro de nosotros. Éramos un grupo de zarrapastroso, llevados a un teatro de gente fina para que escucháramos música fina. Los instrumentos, a la mayoría, nos levantaron de los asientos...era como si quisiéramos atrapar las notas; puede ser que alguien entendido nos viese aquella noche y comentase, por lo bajo, acerca de lo básicas que eran nuestras reacciones... y es que nunca antes habíamos visitado un lugar así. No es que no supiéramos que esta música existía...de saber, sabíamos; pero nunca habíamos dejado de trabajar para vivir un concierto completo.
La orquesta tocaba Las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi; el lugar, un teatro del barrio alto donde nunca habíamos estado ni volvimos a estar jamás. Los magistrales músicos se quedaron con sus instrumentos y nosotros nos llevamos escondidas, entre nuestras ropas, pedacitos de las notas que esa tarde noche nos cautivaron. Cuando salimos del teatro fijo que ya no éramos los mismos. La música nos había hecho de nuevo y aunque antes teníamos arcaicas formas fue después de aquella velada que quedamos algo más terminados.
Las partes que nos faltan las buscamos en otras lugares; guardamos silencio pues es común encontrarlas desperdigadas por las distintas vidas que hemos transitado. Ahora que no somos sordos, a estas cosas que la gente con mucha educación recibe desde que son niños, robamos notas de lugares que usted puede que ni siquiera haya imaginado. No es que seamos nostálgicos ni cosa parecida; ocurre que la primera vez, en cosas como estas, se vuelve un tanto difícil de olvidar.
Comentarios
Publicar un comentario