Para quien no conozca la escuela de cine de este notable director de clásicos modernos, no es otra cosa que ver películas, muchas películas; asiáticas, europeas y cómo no, cine y televisión estadounidense. El artista en cuestión es un maestro en el corta y pega. Es cierto que esta historia de un atraco frustrado tiene ecos de muchas historias más allá de la idea central ya vista en City on Fire (Ringo Lam; 1987) y es que "la gracia" de esta y todas las películas por venir de este director está en la manera en que combina lo mil veces visto logrando algo innegablemente bueno. La violencia es tanto visual como implícita, los ángulos de cámara llamativos y angustiantes cuando tienen que serlo. La idea de que los criminales hayan sido reclutados por un viejo gangster (Lawrence Tierney), que no se conozcan entre sí, que se tengan que dirigir entre ellos como señor Marrón (Quentín Tarantino), señor Rosa (Steve Buscemi), señor Naranja (Tim Roth), señor Blanco (Harvey Keitel) y señor Rubio (MIchael Madsen) y que tienen la certeza desde el comienzo de la película que hay un traidor entre ellos; nos pone los nervios de punta.
El montaje de las escenas es también una marca del tipo de cine de Tarantino. Vemos la historia contada por medio de flashbacks que nos van explicando cómo es que llegamos a la extremadamente sangrienta escena con que comienza la película. En resumen; el primer clásico de un director ineludible en los últimos treinta años de la historia del cine. Se debe reconocer, eso sí, que lo mejor de su estilo se puede encontrar en las primeras películas que escribió y dirigió; Tiempos Violentos (1994) o Jackie Brown (1997) son sin lugar a dudas las cúspides de su genio creativo pero, se puede asegurar que no hay película de Quentin Tarantino que sea aburrida. Este es el comienzo de un tipo de cine que, con sus altos y sus bajos, no puede ser igualado.
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