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Frankenstein (1931)

Ya lo sé; a la altura de los tiempos en que estamos viviendo, el rostro de Frankenstein nos provoca risa ante cualquier cosa. El propio cine y la televisión se han encargado de ridiculizar una obra que además de interesante, no deja de tener un valor altamente artístico. La película Frankenstein de 1931 del director James Whale basada a su vez en la novela del mismo nombre de Mary Shelley nos expone a la eterna búsqueda del hombre en su afán de asemejarse a un Dios, creando vida por sus propios medios. El nombre comúnmente asociado a la creación pertenece al científico que lo trae a la vida; el doctor Henry (Víctor, en el libro) Frankenstein, quién robando cadáveres de un cementerio comienza un maquiavélico juego que traerá catastróficas consecuencias para él, su creación y para la gente del pueblo en que se realizan los experimentos. En la medida que vamos avanzando en la película, nos planteamos algunas reflexiones acerca de la verdadera naturaleza del mal (reflexiones, que no...

Un Mundo Feliz

Seguro que a muchos les encantaría que el mundo fuera realmente así; los seres humanos están condicionados desde su fecundación (aquí debiesemos escribir fabricación) para ser lo que tienen que ser, sin posibilidad alguna de ascenso social. Las naciones unidas en una sola gran nación, cordial y benefactora. No son necesarias las artes ni la filosofía y la sexualidad no es una expresión de amor sino que solo placer, entiéndase bien, en este mundo el goce está permitido al costo de no pensar. Los que pudiesen llegar a ser diferentes, no son de ninguna forma castigados, tan solo se les aparta de la mayoría que continua disfrutando de sus trabajos, la música con aromas y colores y el cine que les permite sentir lo que los protagonistas sienten por medio de conectores en los asientos. Los diferentes son observados con compasión. No podría ser de otra forma pues el no ser como el resto se sabe produce graves contradicciones. En este contexto aparecen seres con preguntas e inquietudes q...

La crisis

Hay quienes han vivido toda su vida en crisis y a muy pocos les importa, pero si ellos , los poderosos , se enfrentan a una baja en sus incontables acciones todos debemos preocuparnos. Ellos se encargan a través de los infalibles medios que con que cuentan de hacernos saber que habrá un alza de los precios en los productos que satisfacen las necesidades básicas porque estamos en crisis , que habrá que ajustarnos en los gastos (como si nos sobrara el dinero) porque estamos en crisis. Que la crisis la paguen los que tienen el dinero; porque una cosa es segura, ésta y las otras caídas de la bolsa siempre las pagan los que menos tienen. No digamos tanto las clases bajas como las clases medias. Los poderosos no sufren alzas en el combustible porque son los dueños o son amigos de los dueños de los depósitos de petróleo, no ven bajar la cantidad de productos que ponen en sus canastas familiares porque son dueños o son amigos de los dueños de los supermercados. La crisis en realidad para ello...
Disculpe... ¿De Qué Crisis Económica Me Habla?

Hace 35 años

Sentido Práctico

He sido mudo testigo por estos días de incontables comitivas presidenciales. De hermosas limusinas y guardaespaldas proyectados en colores. Cintas y banderas de gran fineza. Fuegos de artificio y luces que embellecen el soberbio espectaculo por ver. Y sin embargo, no acierto a entender por qué siento que cambiaría con gusto la algarabía de todo esto por una tarde de invierno en que parado en La Alameda pudiese ver pasar en blanco y negro la dulce figura de un presidente  ya muerto.  

11 de septiembre

L a fecha me deprimía, es extraño, pero me deprimía. Escribo que es extraño porque no viví aquel tiempo sino a través de los recuerdos de quienes aún lo evocaban con persistente nostalgia; y aunque para muchos éste era un argumento más que valido para no deprimirme; igual me deprimía. A veces iba por las mañanas a las marchas camino del cementerio donde reposaban algunos de los restos de los compañeros. Sabíamos muy bien que no eran los únicos, sabíamos que habían demasiados que no conocían de un ubicable descanso. Íbamos a dejar flores a algunos y pensar todos juntos en los que no estaban. Aquellos eran otros tiempos, los que alborotaban el homenaje eran pocos y quienes provocaban el desorden siempre eran los que vestían uniformes. Otras ocasiones me quedaba en casa (que por aquellos años era la casa materna) ponía un caset en la radio y pensaba en los que no estaban y en los que sí estaban para tratar de vivir aquel incipiente país de enajenados que miraban a los inconfor...