
En el norte está haciendo mucho frío. En el centro llueve, llueve como nunca y el viento se lo lleva todo, incluso lo que no debe. En el sur la tierra se mueve, brusca, inusitada estremeciéndose vengativa, botando lo que se levanto sobre barro. Hoy son muchos los que sufren, hoy son muchos los que temen, muchos los que han vuelto al origen de todo acto humano, al más primitivo impulso del que siente miedo, del que se sabe indefenso ante lo por venir.
Siempre hemos sido frágiles; todavía no entiendo porque algunos lo olvidan tan fácilmente, por qué se sacuden de los afectos y se refugian en la seguridad de su prepotencia. ¿por qué no solo escuchar?, ¿por qué no darle importancia a lo que verdaderamente importa?, ¿por qué no preocuparse por el otro aunque el otro reaccione con una imperfecta esquizofrenia? Por qué no vivir en el amor sin necesitar del miedo.
Ni toda nuestra tecnología puede aún defendernos de algo tan antiguo como las manifestaciones de la naturaleza, ni todo el progreso ni las capacitaciones hacernos más que lo que siempre fuimos ¿podrá a caso algo valer hoy más que un abrazo…? Uno dado con todo el cariño, la solidaridad y la falta de prejuicios que demanda el momento. Nos hacen falta quienes están junto a nosotros recordándonos que definitivamente aunque queramos, nunca podremos estar del todo solos.
La imperfección va con nosotros, la ignorancia va con nosotros, el oportunismo, la falta de criterio, la mentira, el menosprecio, los prejuicios…pero también va la solidaridad, el gesto valiente, el estremecimiento cuando vemos llorar a un niño. Dios y el diablo caminan unidos a nosotros desde el comienzo de los tiempos; depende de nosotros a quién le apretamos con más fuerza la mano.
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