Ya
sé que no debiera, pero aún me sorprendo de todos aquellos que van avanzando
con los ojos cerrados...negándose a ver las cosas y los colores. Me sorprende
escuchar que algunos hablen todavía con odio a pesar de que hace mucho sabemos
que vivir con odio es como beber veneno para que se muera la otra persona...y
no se trata de ir por la vida declamando que estamos por sobre las bajezas
humanas y que no perdemos nuestro precioso tiempo en quién no lo vale.
¿Cómo puede alguien saber quién vale el
sacrificio...? Somos varios todavía que intentamos ponernos en el lugar del
otro, intentamos comprenderlos; pero no resulta nada fácil comprender a quién
carga, a vista y paciencia de todos con sus miedos, sus fobias y sus heridas
abiertas. Y de que hay heridos del alma...los hay por cientos. Caminan pero no
avanzan, hablan pero no dicen y escuchan tan solo aquello que quieren escuchar.
No ven y pretenden que nosotros compartamos su noche que no acaba.
Nacimos para estar allí para otros; es
difícil saber para quienes. A veces pensamos que el tiempo que dedicamos, se lo
dedicamos a la persona correcta, pero después resulta que no...Resulta que nos
equivocamos y entonces creemos sufrir y nos mentalizamos para que no nos vuelva
a pasar pero, resulta que nos sigue pasando y en algún instante comprendemos
que a quienes en el fondo hemos estado ayudando es a nosotros mismos porque
cada vez que le ofrecimos algo de nuestra atención a alguien fuimos nosotros
inevitablemente fuimos creciendo.
Crecimos porque nos mantuvimos de pie a
pesar de la ceguera de aquellos que mirando siempre para adentro no vieron sino
sus propios mundos sin atreverse a mirar nunca los mundos de los otros; sobre
todo si esos otros pensaban distinto.
No; definitivamente nuestros ojos jamás
están cerrados, son ojos atentos a los matices.

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