
De tanto en tanto aparecen personas con ideas de otro
tiempo. Son de aquellos que creen ser dueños de una verdad que a todas luces
sabemos que no existe. Son lobos vestidos de ovejas; dicen lo que quieren y
como quieren porque ahora todos pueden decir lo que quieran. El problema es
ese...lo que dicen; porque no es que digan lo que ellos piensan, sino lo que se
supone debe ser dicho como verdad sagrada. Algunos son autoridades de una
religión que no acaba de entender que por muy afín a sus dogmas que sea el
Estado, sigue siendo un Estado laico. Otros, en minoría como ha sido siempre,
se ridiculizan así mismos gritando en las calles contra aquellos que consideran
fuera de la ley de su Dios.
Hay quienes dicen que Dios NO QUIERE
ciertas cosas y quienes aún no entienden que Dios no ESCRIBIÓ ABSOLUTAMENTE
NADA de lo que aparece en La Biblia. Son quienes creen que las personas no
pueden discernir por sí mismas y que ellos son la luz que nos indicara el
camino a seguir.
Tantos unos como los otros equivocan sus
argumentos. Para hablar de respeto a la vida o atreverse a dar ejemplos de lo
que está bien o mal es necesario sentir en carne propia los sinsabores de una
vida que transcurre por caminos que son además de distintos, muy personales.
Preocupan estos fanatismos que alejan al
verdadero creyente de la serenidad de comprender y vivir su fe.
Existe una marcada diferencia en los
mensajes que distintos hombres, en distintos tiempos quisieron transmitir por
medio de sus escritos. Porque en pleno amanecer de un nuevo siglo caracterizado
por el fin de nuestras propias inocencias es absurdo repetir antiguos discursos
que más que ingenuos, son ridículos. Aquel que dice que a Dios no le gusta tal
o cual cosa le preguntaría ¿usted conversa con Dios?, ¿A usted le cuenta lo que
Él siente? o aquel que hostiga a aquellos que siente como enemigos de su fe
gritando que en los evangelios dicen esto y lo otro como si el mensaje fuera
para imponérselo a otros, le preguntaría si realmente cree que Dios escribió lo
que dice un libro que por muy sagrado que sea ha sido no más que un argumento
para ostentar poder cuando se habla de civilizaciones.
La fe es tan personal como delicada. No
puede ser impuesta, se descubre por medio de la vida y los padecimientos que
ella otorga. Quien quiera hablar en nombre de Dios debiese procurar conocer el
amor a toda opción de vida. No debe imponer ni creer que los otros no pueden
pensar por sí mismos. Debe acompañar y no condenar. Es por eso que en occidente
es tan importante la segunda parte de La Biblia. Allí aparece un carpintero que
se apartó de la violencia de los zelotes y camino junto a una mujer señalada
por más que los prejuicios de aquel tiempo.
Quienes pretenden imponer sus pareceres
están muy lejos de lograr sus mezquinos objetivos porque cuando imponen no
hacen sino pensar en sí mismos y en aquello que les conviene.
Quienes piensen, escuchen y convivan con
los otros para ayudarles a encontrar un camino son los que serán finalmente
escuchados.
Comentarios
Publicar un comentario