El inicio de este nuevo año me volvió a encontrar solo por elección; a estas alturas, no cabe duda alguna. Asumo que no me gusta que me digan lo que debo hacer o lo que debo sentir. Es un ir casi siempre contra la corriente; cuando se supone que hay que estar contentos, yo ando triste y cuando mis cercanos van derrotados o desencantados de esto que llamamos vida; a mi me brota el optimista que llevo dentro y me da por repartir abrazos y frases de ánimo.
Este fin de semana, como muchos, me fui a sentar a la sombra (por aquí hace más calor del conveniente) de una fiesta que cumple treinta años. Me atreví a pensar que la cosa sería en grande y me encontré con que no recuerdo una celebración más triste; como forzada, como si fuese necesario constatar que estamos todavía en un país donde como me insinuó un viejo de esos que ya no pueden creer en nada; lo único que nos importa es el dinero. Puede ser; porque yo quería además de celebrar y sentirme acompañado, hacer un experimento. Como saben aquellos que me leen o que me conocen; el año recién pasado me animé a publicar mis primeros cinco libros; son auto ediciones muy cuidadas y por lo demás al alcance de cualquiera que quiera tenerlos. La cosa es que coloqué algunos ejemplares sobre un plástico más que nada para ver la reacción de aquellos que no me conocen ni de peleas de gato ante estos libros que a casi todos mis cercanos les han parecido una gran cosa.
La gente los miró harto; la mayoría se dio cuenta de que yo los había escrito y me felicitaron; sin embargo; solo un señor me compró un libro; dijo que para tener un recuerdo...un recuerdo de qué, bueno solo él lo sabe; lo que es yo voy a tener por harto tiempo un muy buen recuerdo de él por ser el único que se atrevió a pagar por uno de los libros de un desconocido y de un compañero de esos de verdad que me regaló una lata de cerveza porque sí no más. Me voy acordar de un chiquillo y una chiquilla que dijeron que iban y volvían aunque yo sabía que no volverían. Me gustó no oír ni un solo concepto que se pareciera al odio o al resentimiento en toda aquella jornada. Me extrañó no ver a quienes yo esperaba y ver muy a la distancia a alguien que nunca hubiese imaginado ver en esta fiesta.
Vaya manera de empezar un año; un tanto solo y un tanto confundido. Seguro que los libros pirateados venden más que nunca más ediciones que los libros originales; feliz porque la gente quiere leer y triste porque hay quienes aseveran aquello de que mi pueblo chico es tierra de poetas con desgano o quizás con in-disimulada ironía. Sorprendido de constatar que lo que más vende en estos tiempos nuevos (que no son sino la repetición de los mismos tiempos que venimos viviendo hace rato) es la comida y el trago. No deja de tener sentido; comienzo un año en que el dinero marcará los caminos a seguir, un año en que seguramente el arte será el invitado pobre a esta fiesta permanente que es la vida. Habrá que aguantar y disfrutar que uno está solo no por falta de amigos sino más bien por falta de discursos políticamente correctos.
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