Por un momento; o más bien, por un disco, la pregunta aquella ¿de quién es? o ¿de quién era el grupo The Doors tiene una respuesta incierta. Meses después de la enismática muerte de su vocalista y referente natural Jim Morrison, los otros tres integrantes de la banda se atrevieron a lanzar un disco que nunca terminó de repuntar a pesar de que la esencia musical está casi intacta.
Ray Manzarrek (también mítico tecladista) se atrevió a cantar algunas de las canciones que nunca grabó Morrison; otras las grabó Robby Krieger (guitarrista de la banda) y si bien es cierto falta aquella pasión hormonal y temperamental del vocalista que todos asociamos con la marca y el sonido de la banda; no es, a mi parecer un mal disco.
Existen algunos entendidos que aseguran que The Doors tocaba siempre lo mismo; es muy probable. Este disco se oye como un disco típico de la banda; incluso hay canciones como In the Eye of The Sun, Tightrope Ride o Hang on to Your Life que funcionan independientes de no ser cantadas por el vocalista que cualquier asiduo a la banda hubiese esperado escuchar. Muy adecuadamente nombrado, este disco se me antoja como una digna despedida a pesar de que existen otros dos discos posteriores antes de que los integrantes de la banda original se resignaran a una respuesta que no tenía otra opción (las compilaciones de grandes éxitos lo confirmarían) The Doors siempre fue y seguirá siendo Jum Morrison.
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