Este libro se llama como se llama
porque a mi hija le gustan mis historias, pero más le gustan aquellas cosas del
zodiaco que yo nunca termino por entender. Ella me confirmó que yo soy acuario
y que mi signo es aire (insisto que no entiendo), feliz se define a sí misma
como una piscis (que esta vez sí es agua). Entonces yo tenía un montón de cosas
que le quería contar cuando tuviera la edad y el tiempo para escuchar o leer
los aburridos recuerdos con que nos suelen dar la lata las personas mayores
cuando nos empiezan a considerar grandes.
Mi hija es una de las
pocas personas de mi entorno más cercano a las que algo le interesan las cosas
que he insistido en escribir durante treinta años, lo que no deja de ser para
mí un tremendo honor porque, ocurre que yo a mi hija la admiro mucho; primero
por ser mujer, segundo por ser tan responsable con aquello que se compromete,
tercero porque adora a los niños y a las niñas y de algún modo también ha
orientado su vida con el fin de protegerlos y devolverles la infancia que con
tanta liviandad algunos adultos les arrebatan.
Hablamos harto del libro
antes de terminarlo; hubo que cambiarle muchas veces el nombre, revisar aquello
que sería incluido y darle tiempo para ver si así podíamos mejorarlo. Ella me
escuchaba, daba sus pareceres, me brindaba apoyo cuando sus estudios le dejaban
algo de tiempo y finalmente tuvo la paciencia de leerlo antes de yo publicarlo
detectando no pocos errores de redacción. También conversamos de muchas cosas
que no aparecen en estas hojas porque son cosas demasiado nuestras.
Me dijo alguna vez una entendida en
numerología que los números explican la forma de ser de las personas; mi hija
dice que los signo zodiacales también suelen explicar algunas cosas; que no es
que sean perfectos, pero que hay coincidencias que no dejan de sorprender. La
numeróloga me dijo también que los hijos y las hijas nos eligen antes de venir
al mundo; yo que limitadamente estoy aprendiendo a creer en este mundo donde me
ha tocado crecer, agradezco que mi hija haya elegido a la mamá que eligió
porque es una mujer maravillosa y también agradezco que me haya elegido para
hacerme reír, para corroborarme que la ternura es fortaleza y que el ocio es
tanto o más importante que los deberes que nos impone la vida cuando presumimos
de ser adultos.
De los adultos que
fueron antes habla esta memoria del viento, del niño que fui y del que todavía
soy, de la larga espera y de cómo me las arreglé para estar en el lugar que
tenía que estar cuando su mamá primero y ella después seguro me estaban
buscando. Es lo mejor de la vida quedarse para ver crecer a los hijos, ayudar
cuando se puede en algo, sentarse para escucharlos hablar de sus miedos y de
sus certezas. Doble ganancia cuando es una hija que no hecho sino devolver con
creces el amor, el respeto y la paciencia con que su mamá y su papá intentamos educarla.
Esta memoria es el aire
que acaricia las mejillas del agua ahora que aire y agua habitan juntos,
algunas de las palabras y los recuerdos que prevalecerán cuando el tiempo, que
es algo de lo más natural en este mundo, distancie a estas personas que sin importar
tiempo, lugar o mundo existieron para tenerse desde antes y para siempre.
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