Esta película ocupa un lugar de honor en aquella masoquista lista de obras cinematográficas que me he permitido clasificar con la etiqueta de: Películas que me duelen. No son muchas pero están, existen y las trato de evitar pero de tanto en tanto las vuelvo a mirar por razones difíciles de explicar. Dancer in the dark es una película de Lars Von Trier; polémico director del cual ya he comentado otros de sus filmes que lo mismo asquean que fascinan. Protagonizada de manera irreal por una Björk en estado de gracia, coprotagonizada por la siempre bella y monumental Catherine Deneuve, el magnético Peter Stormare y un solvente David Morse. Es una experiencia devastadora lo mismo que gratificante.
Siempre es difícil comentar una obra que alcanza sus más altas cotas en aspectos ajenos a los códigos del género en que se presenta. A mucha gente no le gustó nada esta película, pero a mucha más gente sí le gustó; es que parecemos hechos para regocijarnos en el drama y esta película es drama puro y duro. Imaginen una trabajadora checa en los Estados Unidos de los años 50, ella se está quedando ciega y trabaja en una fábrica con el profundo deseo de juntar dinero para que su hijo se pueda operar ya que la progresiva ceguera que a ella le afecta es hereditaria. Arrienda una habitación a un policía que tiene un secreto que ella conoce y prometió no revelar. Le roban el dinero que ella estaba ahorrando, le acusan de homicidio y es condenada a muerte.
Todo el drama descrito anteriormente es la realidad de Selma (personaje interpretado por Björk). Selma tiene una amiga Kathy (Catherine Deneuve) con la que va al cine y sueña con los musicales que ella no puede ver. Una película que pretende afiliarse al movimiento Dogma 95 y que de ningún modo respeta los postulados cuando en la mente de Selma cosas y ruidos cotidianos se transforman en piezas musicales que dan pie a videos musicales que rompen con el dramatismo en que la historia nos sumerge intentando hacernos parte del optimismo y la pureza de espíritu de tal vez uno de los personajes más trágicos de la historia del cine. Puede ser esta película entendida como otro ejercicio de denuncia, como una sátira de la oposición entre lo real y lo imaginario, un falso documental (marca del movimiento Dogma) pero no cabe duda de que no pasa inadvertida en lo que dura.
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