Cuando usted y yo salimos a caminar, usted mira los jardines de las casas. El diseño arquitectónico, las ampliaciones o el material de las terminaciones. Yo miro las plazas que están cerca y los caminos que recientemente han sido pavimentados. Usted mira las flores y yo a las personas que, cada vez menos, asoman sus rostros para vernos pasar. Usted hace comentarios acerca de aquellas casas que buscando diferenciarse de las casas vecinas exceden su refinado buen gusto. Yo, que no tengo ningún gusto, comento que me quedo con las casas más humildes que son precisamente las que a usted menos le gustan.
Miro a la gente que está parada o regando los árboles a las afueras de esas casas. Aquellos que conversan sentados y miran a quienes pasan con una no siempre disimulada desconfianza. Usted mira a los niños o a las mascotas que siempre son rescatables, no así los adultos, que como usted, son llevados a su idea y es casi imposible redimirlos de su falta de gusto o de modales. Los caminos que usted elige son caminos muy limpios...pavimentados casi todos, con muros pintados alegres bajo la luz de los faroles que funcionan casi siempre. Mis caminos no pocas veces tienen barro y aunque son oscuros son caminos que no me asustan.
Cuando usted y yo salimos a caminar, usted quiere conversar y yo quiero permanecer callado. Usted prefiere contar anécdotas o chismes de las personas que conoce aunque yo espero ordenar las ideas que a diario me abordan intentando una y otra vez conocerme mejor a través del silencio o ejercitando la paciencia de escuchar historias sencillas que en algo me alejen de aquella pretenciosa vanidad con que se ven a si mismos aquellos que inevitablemente terminan siendo complejos. Difíciles de entender o de entretener por medio de las conversaciones coloquiales que las personas simples tienen casi siempre.
Es por eso que usted y yo no caminamos mucho juntos. Usted oye a los pájaros y yo escucho las voces humanas que imperfectas dicen bastante más que las educadas conversaciones que a usted tanto le gustan. A mi me cansan los lugares comunes, las calles que son seguras, las casas con autos en la puerta y los colores que celebrados por la luz ciegan a quienes hacen como que no existen las casas pareadas o los departamentos que de tan altos y angostos hacen pensar acerca de la necesidad de un techo que aqueja a cada vez más gente. No le gustan ni las casas ni las gentes amontonadas que yo no puedo evitar ver.
Cada vez usted camina más sola y yo camino más solo que nunca, pensando en usted que transita siempre por aquellos caminos que conoce y le hacen sentir bien con su buen gusto. Dudando en si alguna vez usted pensará en mi cuando camina o si alguna vez habrá intentado, en realidad, caminar otros caminos...más inciertos, tristes quizás, más sucios...eso es seguro, pero caminos al fin. Lugares donde sobrevive otra gente distinta a la gente que usted quisiera parecerse y tan lejanas a las personas a las que yo me parezco cuando pensando en usted camino por aquellos lugares que si no los caminamos no existen.
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