Darse tiempo. Tiempo para dormir, para leer, caminar o vivir que es la suma de todo aquello y más. Tiempo para reparar en un objeto preciado por lo que uno cree que significa, para dedicarle ya no solo horas o días, sino que semanas enteras y descubrir que su supuesto valor de ese objeto no reposaba en el objeto más que en la esperanza del tiempo que le dedicaremos a algo que postergábamos sin entender muy bien por qué? Me explico. La colección de cinco discos y un breve documental titulada originalmente The long road to freedoom (igual que un libro de Nelsón Mandela) resultaba ser un objeto de solemne observación hasta que me diese el tiempo de escuchar las grabaciones y pudiese hacer un comentario de un material audiovisual, en teoría, memorable.
No es que la experiencia haya sido del todo mala. Culpo más bien a las expectativas que me había hecho. Este proyecto de Harry Belafonte liderado por su hijo y llevado a cabo de manera bastante solvente por un equipo técnico que nos entrega registros auditivos impecables, no es lo que yo pensé que escucharía. Son recreaciones de los cantos originales. Religión, esclavitud y celebración de la vida en varios registros de época y no pocos registros reinterpretados. Esperaba encontrar algo menos de estudio quizás...Black Betty en versión original (la que, por cierto, se puede oír en You Tube) o algo así como Railroad Gandydancers u otras maravillas que están registradas y que no encontré en la compilación en cuestión.
Esta antología de la música negra me parece aséptica, una obra predominantemente fruto del estudio de grabación. Tiene momentos muy altos en cada uno de los cinco discos pero, lamentablemente, son más los bajos. Del documental bien poco que destacar. Corto a la vez que aburrido - salvo la intervención del propio Harry Belafonte a quién, por cierto, siempre es un agrado escuchar hablar o cantar - no siento que aporte interés a lo que las ochenta canciones aportan antes de escucharlas. En fin; las expectativas eran muchas, las horas invertidas en escuchar el material valen la pena pero no invitan a querer escuchar nuevamente la compilación más allá de un posible recopilación de las canciones que a un determinado auditor (que sobre gustos no hay nada escrito) le parezcan imprescindibles.
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