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Novena conciencia


Desde los seis y hasta los diecisiete años cualquier actividad laboral que yo realizara tenía como fin último entregarle dinero a mi mamá para que pudiese gastarlo en pequeñeces de aquellas que siempre hicieron falta en la casa. Mi hermana mayor trabajaba, mi hermana menor trabajaba y tengo la certeza que de vez en cuando mi medio padre trabajaba y aun así nunca dejó de faltarnos comida o comodidades. Si yo o cualquiera de los que en aquella casa dormían quería avanzar un poco en aquello que llaman ser alguien, por necesidad debía partir de cero.

    Mis hermanas se iban pero volvían; yo me quedé algunos años más ayudando a mi mamá y a mi medio padre en lo que hiciese falta, pero bordeando los veinte años me propuse partir para no volver. Independizarse nunca ha sido algo realmente fácil, sobre todo cuando no se cuenta con patrimonio alguno y quien decide independizarse no tiene siquiera un trabajo medianamente estable; por eso apoyé a mi hermana mayor cuando compró una mediagua y la paramos en el patio de la casa de mi mamá para empezar a ofrecerles algo a los dos hijos sin ningún padre que ella tenía.

    Mis sobrinos por aquel tiempo tenían una mamá resuelta a que, ya que habían venido y formaban parte de su propia historia, no tenían por qué andar pasando más penas que las necesarias. Tenían también un tío (es decir yo) que jamás imaginó tener hijos propios y que con solo mirarlos sabía que debía ser para ellos, cuando menos, un referente de las cosas que debe hacer un hombre. Además tenían una abuela y una tía que los adoraban, que no permitirían tampoco que algo les faltara.

    Sin embargo no siempre basta con las buenas intenciones, no todo aquello que hace una familia resulta ser lo adecuado para el bien de cada uno de sus integrantes y a pesar de permanecer juntos por bastantes años, nunca logramos ser otra cosa más que parientes. Las mentiras y los malos entendidos terminaron por definirnos con mucha mayor claridad que cualquier sentimiento que pudiésemos sentir. Las aportes que cada uno de nosotros trajo al nido jamás terminaron por ser un aporte…pura diferencia, pura división entre aquellos que habitábamos aquel espacio físico que, vistos a la distancia, no fue el hogar de una familia. Para comenzar a ser al menos algo más felices debíamos alejarnos, desconocer el nido y buscar nuestra propia suerte.

   Nunca olvidamos del todo a los otros y así vamos a lo largo de los años; cada uno por su lado, consciente de lo mucho que nos queremos, pero imposibilitados de poder permanecer por demasiado tiempo juntos. No resultó cuando más nos necesitábamos y es tan difícil que resulte ahora que cada quien resuelve sus problemas sin pensar siquiera en compartirlos.  

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