Hay quienes creen que yo digo y escribo cosas no muy agradables de la Iglesia porque no la quiero cuando en realidad no la quiero por las cosas no muy agradables que pocos se atreven a decir o escribir de una de las instituciones que más daño le ha hecho al libre pensamiento.
Con motivo de semana santa un hombrecito de escasa altura cristiana le insinúa al papa que no se preocupe por aquellos chismes que están aquejando a la santa institución. No sé si sea oportuno explicar que aquel alto integrante de la curia romana se refiere a los abusos sexuales contra niños y niñas por parte de sacerdotes cuando dice chismes.
No creo que haya que hablar o escribir en contra de la iglesia; ella se desmorona así misma con tantas ideas que cada vez tienen menor asidero. Alguien podría aún sostener en pleno siglo veintiuno que la mujer es a penas una costilla del hombre, ó que algunos elegidos ascienden a un cielo que hace mucho que se sabe que no es sino el infinito pariendo de tiempo en tiempo bolas de gas ardiendo.
Quién podría sostener que Jesús se hacía acompañar tan solo por doce hombres y aclarar que las mujeres que iban tras él no tenían más utilidad que atenderlo, como si no supiéramos con sobrada razón que las mujeres son capaces de cualquier cosa muchas veces con más ética y sentido de responsabilidad que cualquier hombre, y sin embargo, aún son consideradas indignas de oficiar una misa.
Hablan de Jesús tanto que nunca han oído lo que él les dijo y les dice…los templos pueden aún ser derribados y levantados en tres días, sigue siendo de los ricos el reino de la tierra, se sigue señalando a la mujer que no es de su casa y se sigue condenando al criminal de pacotilla mientras le avivamos la fiesta a los peces gordos.
Es tan bello pensar en Cristo en estos días, en el verdadero Cristo, no en él que los administradores de la oscuridad se inventaron. Pensar en el que vive en el amor y no en el que es castigado para que nosotros sigamos pecando. Puede ser que yo sea un ignorante en las tablas de la ley, pero entiendo muy bien lo que mi corazón me dice. Me dice que todos somos un pedacito de algo muy grande, algo que no puede ser ofrecido como indulgencia, algo que no puede ser disfrazado con pureza e hipocresía…algo que es tan divino que lo sentimos desde el inicio de los tiempos, cuando no habían aún chamasen que pretendieran mostrarnos un camino que ellos nunca han pretendido tomar.
No resulta fácil venderlo todo y sencillamente seguirlo a él, al verdadero, al que seguramente volvería a ser señalizado por los que antes lo señalizaron para que se hicieran con su cuerpo los soldados. Es seguro, fuimos hechos libres y lo seguiremos siendo, aunque algunos sigan mintiendo, sigan crucificando a quién nunca entró a los templos para dar su mensaje.
Seamos realistas, si él volviera, otra vez sería molesto para los imperios que nos siguen esclavizando y no cabe duda que también seguiría siendo un grave peligro para los que hablan de Dios sin oír lo que les ha estando intentando decir Dios y se cubren las espaldas atrincherados en el algún lugar de su santa sede.
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