Ella entró en mi vida con un buenos días; abrió una puerta y quien sabe si con buena o mala intención dio media vuelta y se alejó otorgándome finalmente los peores días. Me miró entonces fastidiada, escondida detrás de los fríos muros que por entonces le daban seguridad. Fue amor a primera vista a pesar de mi escepticismo, amor por mi parte, miedo y desconfianza por el de ella. Por aquel tiempo aprendí a prestar atención a algunos gestos, a algunas palabras y miradas que en el fondo de mis propias inseguridades permanecían inexplorados. Aventuré algunas citas para delatarme torpe e inexperto. Eso, lejos de alejarle, le fue acercando. No creyó de inmediato en mi ritual de la lectura y el cine. Era poco probable que en edad de trasnoches, mujeres y copas el extraño enamorado pudiese ser hallado los fines de semana en casa. Mostró interés y entonces supe que detrás de su silenciosa desconfianza esperaba una luz que quería ser compartida.
Iluminó tenue los caminos que yo había recorrido; me guió por otros nunca antes conocidos. El uno al otro lentamente nos fuimos descubriendo, mirando, tocando...explorando. Ella era en parte yo y yo de algún modo en parte era ella. Nos contamos secretos y asimilamos nuestras verdades, juntos descubrimos las urgencias que se ignoran cuando la teoría intenta explicar la pasión. Fue entonces que ella cedió al calor que guardaba bajo siete llaves y abrió mis ojos a colores que creí inexistentes. Comenzó a besar, a olvidar aquellos lazos que le incomodaban para bien abrazar.
Ella me mira con ojos limpios, ojos que vuelan desde su silencio y ven en los míos su propio brillo; ven lo invisible, lo que no pueden los gestos ni las palabras. Mis ojos ven la entereza con que ella al deber se entrega, reconocen en su cara una belleza que es más clara al amanecer. Entonces es el beso que da comienzo a un nuevo día juntos a pesar de ser tan distintos. Ella compuesta y estructurada, yo terco e impredecible viviendo esta historia que de perfecta no tiene nada. Ella tiene sus defectos, sería absurdo no reparar en ellos y yo tengo los míos no cabe duda; aún los estamos conversando. Nos escuchamos y respetamos los espacios que a cada uno pertenecen y agradecemos el silencio en los momentos más ásperos pues ser distintos no nos otorgará nunca el derecho de herirnos ni siquiera con palabras.
Ella es estricta más no aburrida; alegra de cualquiera el día, es atenta, cómica y creativa. Práctica, prudente y sencilla. Va de norte a sur de este a oeste, siempre ocupada; a ratos complicada ante lo irrelevante, enredada en prejuicios que afectan a la frescura de su sonrisa. Ella es insegura pero honesta, ha instaurado en mí un refugio al cual asirse cuando le son adversos los tiempos. Aunque hay veces en que ella es quien me contiene, me embriaga y me calma.
Ella es el comienzo, la plenitud del amor que siento, es el ahora que me embellece, la serenidad que me rodea, la eternidad de este momento que me ha otorgado lo más bello que conocí y que conozco.

Comentarios
Publicar un comentario