La verdad es que el cambio no le había venido nada bien. La remodelación de su departamento era un tramite ineludible por lo que tarde o temprano tenía que hacerse. Lo que le angustiaba era no haber podido conciliarse con los espacios de los que disponía. El casero había tenido la mejor de las disposiciones, incluso le había procurado uno de sus mejores departamentos porque él era cliente antiguo; sin embargo la comodidad de estos espacios no era la historia de sus rincones.
Desde que había llegado no hacía más que permanecer en el living, la pieza para dormir ni siquiera la había visitado, evitaba usar la cocina, prefería comer en cualquiera de los restaurantes que abundaban en la manzana; dormir, casi no dormía...miraba la tele que le decía nada, leía los mismos libros y escuchaba la misma música sin poder lograr aquellos sentimientos y emociones que en su departamento le abordaban.
Se había estado acordando de su padre que lo había exiliado de la casa familiar sin dar tiempo a que su madre pronunciara una sola palabra, del hermano marinero con el que no compartía más que un apellido, de los amores que habían sido y del que ahora era pero no estaba presente. Todo era tan solo un enorme vacío, un recuerdo que era reciente; el coraje para seguir con aquellos sueños que para ser prácticos no tenían para otros que no fueran él demasiada importancia.
Había tenido tantos trabajos en tan pocos años, iba y venía sin lugar ni puerto fijo, sin embargo no lograba adecuarse a este simple tiempo de espera, a estas paredes que no eran las paredes suyas, a esta soledad que para nada le pertenecía.

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