No sé si en los otros pueblos, pero en el mío esto de las
fiestas patrias es como nunca negocio más que independencia. Durante semanas se
prepara el ambiente. La televisión, como lo hace mucho tiempo, muestra no solo
aquello que se podría hacer, sino que también lo que se debe hacer si se quiere
formar parte de la fiesta.
En algunas
casas flamean al mismo tiempo la bandera de la patria que han sabido fundar y
vigilar aquellos que hasta el día de hoy ostentan la fuerza de las armas y la
de una nación originaria que, de puro rebelde, se niega todavía a ser ocupada
del todo.
Las
ramadas que en antaño eran paseo seguro de aquellos que no teniendo qué comer
íbamos a ver cómo comían los que si tenían, ya no son lo mismo; hoy cobran por
entrar, no para que no entre cualquiera (los marginados para estas cosas tienen
plata) sino como un indicio inequívoco de que lo que importa es la oferta y la
demanda.
Pagar como
ofrenda de amor a la patria o a la chingana que en pueblos como el nuestro
terminan por ser una misma cosa. Todavía se baila la danza nacional impuesta
por los militares y a pesar de los matices, sigue consistiendo casi en lo
mismo. Es galanteo o sometimiento según los principios y convicciones de
quienes bailan. Aún son muy pocos los que bailan la coreografía que nace de sus
propios cuerpos.
Como todo;
se debe bailar, comer y celebrar de un modo que poco tiempo otorga para pensar
en qué es lo que se está haciendo. Celebrar dirán algunos, revelarse en
manifiesta embriaguez a la rutina aquella de tener que darle nuestros mejores
años a quienes nos liberaron del dominio ajeno y nos habituaron al dominio de
los libertadores. Nos sentimos dichosos de esta independencia que nos amarra a
los dictados económicos de otros que satisfechos nos miran desde arriba.
Algo raro me
pasa a mí, que cuando me dicen que tengo que estar contento me pongo triste y
cuando me dicen que me compadezca de mí mismo ando, así como orgulloso de no
poder hacer lo que dicen que haga los otros. Yo celebro cuando estoy contento y
sospecho un poco en eso que llaman libertad. La fiesta la llevo en paz sin
imponerle nada a nadie y no necesito agitar banderas ni eso del patriotismo
para sentirme parte de lo que no se celebra.
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