
Retrato de un Chile que fue, que para las nuevas generaciones definitivamente es un Chile inexistente. La película es casi un documental, un ejercicio de esos peligrosos que terminan haciéndonos sentir empatía por aquellos que debiésemos condenar. Es arte dolorosamente realista de aquel que se nos queda marcado de por vida.
Nelsón Villagrán compone mediante su magistral interpretación las limitaciones de un pueblo embrutecido y condenado desde antes de cometer los crímenes por los que serán conocidos. El resto de los actores en una linea tan realista y natural que cuesta como nunca separar el ejercicio artístico de crimen que fue una veta de oro para la crónica roja. Independiente de que el propósito tanto del director como del resto del equipo de producción fuese retratar los hechos recurriendo a los lugares y archivos reales donde ocurrió todo.
No cabe la menor duda que las cinco partes en que se divide la película van moldeando nuestras emociones. terminamos por entender que aquel ser humano al que la prensa escrita se engolosino en llamar Chacal, no era sino el resultado de una historia de abandono y privaciones. Somos testigos de la rehabilitación que como nunca no es suficiente para el perdón y se queda en quienes terminamos de ver la película una desazón muy difícil de sanar.
Es una obra de arte que está al alcance de quienes tengan la valentía de atreverse a verla. Un recordatorio de que los peores crímenes no siempre son los que cometen los parias y los ignorantes.
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