Tengo que confesar que yo soy un niño. Cuando llegó a la casa me quito la barba...y la guardo.
Cuando yo era un niño no fue un topo
quien me
preguntó qué es lo que quería
ser cuando fuera
grande.
Fue una
comadreja macho que se burlaba
de mis
delicadezas.
Mi respuesta fue
la que ustedes ya saben…
Cuando sea
grande quiero ser bueno.
Mi mamá me dijo,
hace muchos años, que
quienes fueran
como niños estarían más cerca
del reino de los
cielos. Lamentablemente sólo he
conocido reinos
en la tierra donde todo parece
tener dueño, por
eso me puse a leer sobre filosofía.
Fue Friedrich Nietzsche el que
escribió que la altura
más noble es la altura de
los niños y de las niñas.
Cuando regreso a aquella
casa que, aunque no es mía,
siempre tiene una luz
encendida en la ventana que
espera por mí, me quito la
barba, la doblo y la guardo
en una caja en donde
también guardo los problemas
que se me quedaron
enredados en la única ropa linda
que yo tengo.
Espero la hora en que tomamos té con quien amándome
me enseña a amar a quienes
me contradicen.
¿Cómo estuvo hoy la
escuela? Me pregunta, incluso en las
noches en que parece estar
más ocupada…
Algunos niños del curso no
quieren escuchar las cosas
que les tengo que decir…
hay algunos y algunas que
incluso son muy groseros y
no les importa oír hablar
de ser honestos. Me dicen
mentiras a menudo y
alegan en vez de querer hacer sus deberes escolares.
¡Deje de quejarse…! Me
dice quien amándome me
enseña a amar.
Usted es el profesor, y no le está permitido el dejarse derrotar.
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