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Mostrando entradas de diciembre, 2024

En algo hay que creer (II y III)

II  S egún avanzaron los años y los siglos; según los hombres y las mujeres se atrevieron a pensar por sí mismos y el raciocinio develó los pobres argumentos de quienes defienden las distintas perspectivas de la fe, las religiones comenzaron a ser menos poderosas. Escribo menos porque como institución tan propia de las civilizaciones les sigue otorgando una incomprensible importancia a los dogmas.     Poco importa en qué lugar del mundo, aquellas verdades de las que presumen quienes, disfrazados de ovejas, simulando su natural agresividad, continúan determinando el libre albedrío de los otros y las otras. Otorgo que cada vez son menos aquellos que conservan la fe de sus mayores, que ante los irrefutables argumentos de la ciencia es muy difícil mantener aquello que se cree o que conviene creer, pero no puedo evitar pensar en que la fe es un pilar que, aunque momentáneamente ignorado, permanece inalterable como sustento de la condición humana. III     ...

En algo hay que creer

* C on una madre que encontró toda la fortaleza que necesitaba para salir adelante con dos hijas y un hijo, sin estudios y con una casa por pagar, en la fe hacía el Dios del que le había hablado su propia madre. Con hermanas que buscaron pertenecer, con suertes dispares, no sólo a una sino o dos o tres iglesias, sería un despropósito asegurar que me mantuve ajeno a las religiones en mi infancia.     Mi mamá nunca nos impuso sus creencias religiosas; alguna vez nos llevó a un par de iglesias para que supiéramos de los evangelios, pero nunca impuso obligación alguna con respecto a creer o a no creer.    Por otra parte, estaba nuestro medio padre; él vociferaba su ateísmo, la improbabilidad de que se alcanzara el bienestar de todos los hombres, mujeres y niños de otra manera que no fuera el comunismo. Tampoco nos impuso nada.     Tanto la una como el otro profesaban su fe para sí mismos, con miedos propios y esperanzas que nunca se cumplieron d...

Especiales hallazgos (II)

C uando vi la foto de Han Kang en el articulo que informaba que ella era la ganadora del premio Nobel de literatura de este año debido principalmente a su libro "La vegetariana" me entraron unas ganas inexplicable de leer ese libro. No me había pasado nunca; bueno, no me había pasado nunca tampoco que encontrara la foto de alguien que se hubiese ganado el Nobel tan atractiva. Me gustó la escritora y me volo la cabeza su libro. Puede que sean las horas más estremecedoras que en que haya tratado de respirar en lo que respecta a este año. Minimalista y certera al grado de sacudir al lector con las palabras precisas al momento de decir lo que ella quiere decir. Normalmente uno recuerda historias como estas desarrolladas en gruesos volúmenes que marcan nuestras vidas (la obras de Fiodor Dostoyevski o las de Víctor Hugo, por nombrar a penas a dos de los nombres que se esgrimen cuando se habla de literatura superior). En este caso bastan algo así como ciento veintitrés páginas. ...

Especiales hallazgos

R ecuerdo que los diarios y los noticieros de la televisión acostumbraran hacer resúmenes sobre los principales hechos ocurridos en el año cuando faltaban pocos días para terminar el año. Eso voy a hacer este último mes de este 2024 que ha venido a ser un año de "especiales hallazgos".  Comenzaremos por Emil Cioran. Escritor y filosofo rumano que vivió, murió; luego volvió a vivir y a morir entre 1911 y 1995. La muerte era una obsesión para este hombre de un humor oscuro y una oratoria clara a la vez que desesperanzada. Gran parte de su obra se publicó en francés, lo que podría llevar a confusiones (como la manera en la que algunos escriben o dicen su nombre; Émile Cioran. Sus obras, conjunto de aforismos en su mayoría, son un agridulce tratado de decepciones e ironía.  Este "provocador" no se veía así mismo ni como un filosofo ni como un escritor; sin embargo filosofaba y escribía libros a los cuales usaba como excusa para aplazar el suicidio. Contradiciéndose libr...