A pito de nada, volví a escuchar este disco que me recuerda tantas cosas. A pito de nada volvía a ser feliz por algo más de cuarenta minutos. Volvía a tener menos de veinte años. A escuchar un disco que hace magia... de la buena. Me veo en la obligación de declarar que me gusta el disco entero. No sé si es de adrede o qué, parece que todo el disco es una misma canción que tiene un sin fin de maravillosos insertos que, sumado a los cortes de canción en canción, da la sensación de que estás menos solo. Están contigo, cuando escuchas el disco los amigos, los compas, los noche y también los días. ¡Qué manera de hablar bonito que tenía El subcomandante Marcos! ¡Qué maravilla los sonidos recogidos por Manu Chao, en su estudio de grabación portátil, por los rincones de Latinoamérica. Aquí cantan los idiomas, hablan los instrumentos y los pensamientos se reencuentran con ellos mismos y se dicen: ¿Qué pasa que las penas no pasan? Las penas son las mismas y las alegrías también son las mis...