E l hombre de ciencia es de los habitantes de mi pueblo chico, el que más me ha intrigado siempre. Sabía tanto que hasta los más conocedores reconocían en él a un hombre culto. Cuando lo conocí llevaba años manteniéndose a flote, intentando no llamar demasiado la atención y aparentando que todo cuanto pasaba y pasa en el mundo resbala por su existencia. Decía ser ateo y sin embargo había alcanzado la sagrada paciencia de soportar a aquellos que se pasan un poco de la raya con su devoción religiosa. Hablaba aunque no le quisieran escuchar, reía cuando otros eran desdichados y mantenía un matrimonio basado en no polemizar. Me llama la atención pues a pesar de haber sido condescendiente con todos se le sabía solo. Cometía errores que para todos eran tan propios de él como sus inmensos conocimientos. A veces algunos adultos le rodeaban para oírle hablar de remedios y yerbas medicinales, incluso cargaba siempre con un morral con remedios para compartir con quienes los necesitar