H ace muchos años leí un cuento; se titula El ruiseñor y la rosa , por aquel tiempo leí también El príncipe feliz , y aunque era todavía niño, pude comprender que tras aquellas historias debía de habitar un espíritu distinto al de cualquier mortal. Del autor por entonces no supe mucho, a penas que su nombre se encontraba de vez en cuando en algún texto de lectura de aquellos que el Estado nos repartía a los niños de las escuelas públicas. Cuando crecí y pude comprarme mis propios libros me encontré con el libro que quiero comentar en una feria. Lo compré a muy bajo precio pues era una de aquellas ediciones económicas que se regalaban con los diarios a mediados de los años 80 del siglo pasado. Me reencontré con aquellos dos cuentos tan recordados y con otras maravillosas historias que acabaron por convencerme de que Oscar Wilde era uno de aquellos escritores esenciales en cualquier biblioteca. Existen muchas ediciones de estos cuentos; algunas muy bien cuidadas, delicadas y ded