H ace muchos años estas fechas no tenían para mí mayor importancia. Una comida forzada a lo más. Pero recuerdo un año en que todo fue distinto. Nos juntamos varios de los compañeros que éramos por entonces y cargando algunas cajas y bolsas, decidimos ir una noche hasta una toma junto a la línea del tren en un sector marginal. No es preciso describir aquello que las personas que habitaban allí llamaban casa, basta con escribir habitaban en vez de vivían. Los niños, no recuerdo haberlos visto alguna vez más lindos, y eso que no vestían para la ocasión. Jugaban en un carretón abandonado junto a unos cerros de basura, cartones y latas. Había un anciano con el cual conversamos mucho, mucho tiempo; era sabio a la vez que humilde. También había mujeres que hervían el agua para ofrecernos una taza de té o pelaban tomates para hacernos una ensaladita. Ellos no nos conocían ni nosotros a ellos los conocíamos pero aquella noche nos hacíamos compañía. Ellos tenían niños, ancianos y mujeres y