L a semana pasada dejé de obviar esa edición de bolsillo de Viaje al centro de la Tierra que gentilmente alguien que me quiere mucho y que sabe que me gusta leer me compró hace algunos años. Es una edición muy elegante, orgullosa advierte que contiene la obra completa y la había estado obviando convencido de que estas lecturas de infancia no tenían mucho que hacer entre las urgentes lecturas que me aquejan por estos días. Ya antes escribí un poco sobre Julio Verne . Intenté reseñar las tres novelas que más me habían marcado en aquellos años en que las responsabilidades eran menos y las ganas de soñar eran más. Decidido y convencido de que esta aventura que no me había permitido ni antes ni ahora sería una aventura que se viviría rápido, no en vano es sabido lo entretenido que suelen ser los libros del inolvidable autor francés. Cincuenta páginas al día de un total de trescientas veintidós, subscriben la lectura a alrededor de seis días. Seis días en que el acto de leer me remontó de nu