L a lluvia siempre me ha provocado emociones contrapuestas. Me gusta que llueva porque cuento con un techo, una manta si es que me da frio e incluso puedo acostarme y escuchar la lluvia que desde el calor del hogar se oye tan romántica. Por lo demás, mucho antes de la adolescencia, sé de quienes se mojan y no hayan un lugar tibio en el cual refugiarse. Sé de los gimnasios habilitados y de los niños y niñas que creen que cuando llueve todos nos mojamos. Esto que escribo justificadamente puede ser irritable para más de alguien, pero no puedo evitar pensarlo. La sequía es un desastre natural, la caída de agua una necesidad para no pocos. Tras la lluvia viene la nieve en las zonas altas de las ciudades y no pocos celebran la posibilidad de aquellas postales invernales que el inconsciente añora sin saberlo. La nieve pocas veces llega a las zonas bajas, el frio siempre llega. El frio que se recibe en tantas partes quemando lo que se ha recogido en los basureros y no siempre abr