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Mostrando entradas de junio, 2014

Cuentos de amor, locura y muerte

S e puede escribir, sin temor de equivocarse, que Horacio Quiroga es lo más cercano que ha tenido nuestra literatura sudamericana en cuanto a lo inquietante de sus relatos a ese maestro tantas veces imitado y pocas veces igualado que es Edgar Allan Poe . Puede ser que no pocos vean en el primero apenas una copia del segundo; lo que ha todas luces es injusto de plantear pues Quiroga no solo escribió cuentos de terror. Sin embargo Cuentos de amor, locura y muerte es el compendio de sus relatos más recordados, puede ser que el lector de estos relatos haya leído otros conjuntos de cuentos del mismo autor pero ninguno que le cause el perturbador efecto la lectura de estos quince produce a lo largo del tiempo. Una estación de amor y La meningitis y su sombra en la cima de los cuentos de amor; El solitario y La gallina degollada , entre los de locura, mientras que El almohadón de plumas y La miel silvestre lo son en los de muerte. En estos relatos los animales razonan y los s

Centauros del desierto (1956)

C omo en ninguna película del grandilocuente John Ford el paisaje es tan protagonista como en está. Puede que sea la paleta de colores que ya de por si aportaba el Monument Valley; paisaje elegido por el director para muchas de sus películas que cobra inusitada presencia gracias a que está es una película filmada en color. El valle monumental refuerza como nunca la frágil templanza del paisaje humano. En una travesía donde la psicología de los personajes otorga a la historia tantos giros evidentes como ocultos. Cuando se abre la puerta que nos entrega mucho más que el comienzo de la película, podemos ver a lo lejos galopar la silueta del tío Ethan ( John Wayne ) que regresa tras la guerra civil al rancho de su hermano. Si estamos atentos a los gestos y a las palabras de los integrantes de la familia podemos descubrir sentimientos y actos reprimidos bajo el subyugante peso del calor de hogar. Los comanches son una amenaza para la tranquilidad y el cariño que presenciamos. Es ent

El vendedor de humo

Dias de radio

N o es casualidad que en tiempos en que la tecnología parece deshumanizarlo todo y que las personas se inclinan por el mensaje rapido y sin mayor profundidad; quedemos algunos nostalgicos de la radio. La radio en donde a pesar de que la mayoria de las emisoras se dejan llevar por las pasajeras modas y repiten y repiten hasta el hastio canciones tan huecas como pegajosas; hay todavía espacio para la reflexión, para el análisis de temas y también para la información. Al igual que la televisión pagada, la radio preserva estaciones en las que se puede reposar al insustancial parloteo de las palabras que se supone deben decirse. Hubo, hay y esperamos que por muchos años más habrán espacios donde quien se haya solo encuentre compañia; donde una voz pueda hacernos sentir que somos parte de algo que creiamos perdido y si fuera poco; en aquellas estaciones podemos todavía encontrarnos con la música y las canciones que son instantaneas de otros momentos de nuestras vidas. En estas estacion