D esde los seis y hasta los diecisiete años cualquier actividad laboral que yo realizara tenía como fin último entregarle dinero a mi mamá para que pudiese gastarlo en pequeñeces de aquellas que siempre hicieron falta en la casa. Mi hermana mayor trabajaba, mi hermana menor trabajaba y tengo la certeza que de vez en cuando mi medio padre trabajaba y aun así nunca dejó de faltarnos comida o comodidades. Si yo o cualquiera de los que en aquella casa dormían quería avanzar un poco en aquello que llaman ser alguien , por necesidad debía partir de cero. Mis hermanas se iban pero volvían; yo me quedé algunos años más ayudando a mi mamá y a mi medio padre en lo que hiciese falta, pero bordeando los veinte años me propuse partir para no volver. Independizarse nunca ha sido algo realmente fácil, sobre todo cuando no se cuenta con patrimonio alguno y quien decide independizarse no tiene siquiera un trabajo medianamente estable; por eso apoyé a mi hermana mayor cuando compró una mediagua y