* N adie supo nunca que esa noche yo me quedaría afuera. Tenía algo así como seis años y muy poca inteligencia como para darme cuenta que mi papá no volvería nunca más a la casa. Me escapé por la ventana, iba bien abrigado porque me habían contado que la noche como pocas cosas era fría. Puede ser que fuese a buscar a mi papá o puede ser que intentara agrandar el estrecho mundo de una infancia que hasta entonces no había tenido demasiados sobresaltos. Como fuese, nadie hubiese entendido que tenía inexplicables ganas de caminar. Los adultos piensan que los niños no se dan cuenta de lo que en sus vidas pasa; suelen creer que los niños pueden olvidar con mucha facilidad; pero no es así, al menos yo, me daba cuenta y entonces me di cuenta que me sería muy difícil en la vida olvidar. Mis adultos no se comprendieron; y a pesar de tener tres infinitas razones para pensarlo al menos un poco más, nada pudo impedir aquella separación. Mi hermana y yo les vimos discutir.