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Mostrando entradas de abril, 2020

La vuelta al día en ochenta mundos

E staba leyendo Último Round ; fascinado tanto por su diseño como por su creatividad cuando me vine a esterar que el libro que estaba leyendo vendría a ser una continuación de La vuelta la día en ochenta mundos del mismo Julio Cortázar . Más por manía que por obligación cambié de libro y me dispuse una vez más a dejar en plena libertad mi sentido más lúdico de la lectura.  Leer este tipo de libros que el entrañable autor argentino, radicado en Francia, denominaba almanaques es una experiencia sin duda extraña. En lo personal he confesado con anterioridad que no pocas veces los textos de Cortázar tengo que leerlos más de una vez para empezar a comprenderlos, no pocos me sorprenden y también no pocos me parecen pretenciosos a pesar de que no es la característica natural de este, a ratos, genio de la prosa. Las imágenes, las ilustraciones y el diseño de la editorial rm brilla con luz propia; sé de otras ediciones (la de siglo XXI por ejemplo) e imagino que conservaran el afán artís

La sensibilidad

P or aquel tiempo en que los animales no formaban aún parte significativa de mi alimentación tenía con ellos una relación, por decir lo menos, sentimental. Recuerdo que a los seis años y tras varios meses sin ver a mi hermana mayor - por estar ella en un internado de niñas y yo recluido en la casa de mi abuelita materna – nuestra mamá me había ido a buscar para que la fuéramos a ver. Mi hermana nos estaba esperando en la casa de una tía; el tiempo de partir se me venía encima, yo no sabía que regalo podía llevarle a mi hermana; habiendo estado recluido en casa de mi abuelita no eran muchas las posibilidades que se me ofrecían.  Vi entonces los pollitos que a montones caminaban en el enorme patio de la parcela; envolví rápidamente uno en un papel de diario y lo guardé en mi bolsillo. Apenas podía contener la emoción según se acercaba el momento en que vería a mi hermana, viajamos de una comuna a otra haciendo el habitual trasbordo de micros; tras un par de horas estaba parado

Ran (1985)

U na obra maestra que, indudablemente, es el resultado de años de intentar expresarse por medio del cine. Una película crepuscular que encandila a la vez que emociona. Teatro en celuloide, manejo de silencios y de colores y otra inevitable excusa para asegurar que Akira Kurosawa , sin lugar a dudas, se encuentra entre los mejores directores de cine de la historia. Esta co-producción entre Francia y Japón revisita algunas leyendas japonesas y la clásica obra escrita por William Shakespeare Rey Lear . Se permite licencias artísticas que claramente la enriquecen y aportan a una fascinación muy difícil de describir. Las traducciones más acertadas de la palabra ran serían caos o miseria; ambas definen muy acertadamente lo que presenciaremos a lo largo de algo más de dos horas en las que profundizaremos, de la mano de un verdadero maestro, en las emociones sublimemente representadas por un grupo de actores que son magnéticos a la vez que aborrecibles en sus interpretaciones. Magnético

Tiempo al que nos vemos forzados

A veces lo imponderable, la estupidez humana o lo menos pensado nos obliga a quedarnos quietos. Lo que no esperábamos, las circunstancias que nunca imaginamos cuando anhelábamos bajarnos, aunque fuese por un rato del mundo. Pero ya ven, hay tiempo al que nos vemos forzados. Tiempo para temer (como si no naciéramos, viviéramos y muriéramos teniendo miedo), para obligarnos a mirar de nuevo a la cara a quienes viven con nosotros pero habitan en otro espacio, tiempo para retomar lo que habíamos dejado postergado. Tiempo para extrañar, para darse cuenta que a aquellos que pudimos visitar, hace rato que no los visitábamos y que en este obligado tiempo nos gustaría demasiado visitar. Para pensar en los otros, en esos cotidianos condenados y condenadas que cumplen penas junto a nosotros. A quienes no anhelan, quienes no reconocen tener miedo, quienes no quieren nunca (o no pueden) mirar a los ojos, quienes no tienen tareas ni sueños pendientes, quienes no extrañan ni muestran de m