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Mostrando entradas de junio, 2021

Centenario Roberto Parra

  E n el podio de los Parras, después de la Violetita a quien no ha nacido todavía ninguno que la haga sombra, el segundo lugar se lo doy muy convencido a Roberto que vivió la mayor parte de su vida apocado ante la fama de sus hermanos mayores. A fines de los ochenta le decía a todos, orgulloso de la sangre que le corría en las venas, que era hermano de Violeta y de Nicanor a cualquiera que le comprara una guitarra. Eso hasta que Andrés Pérez se decidió a montar su obra La negra Ester, hasta que el grupo Los Tres grabo algunas de las cuecas del Tío Roberto que estaban sonando en el alma de tantos de nosotros desde que las había grabado el mismísimo Roberto Parra acompañado por su sobrino Ángel Parra. Pero resulta que no sólo cuecas tenía grabadas este muchacho que le hacía a todo (lo mismo levantaba una casa que inventaba el jazz huachaca) había un talento ahí, natural de la familia, para que vamos a andar con cuestiones. El talento de Roberto Parra fue siempre un patrimonio de quienes

Un angelito en el cine

E sta vez me temo que tendré que otorgarle la razón a mi señora que de tanto en tanto se lamenta de que las cosas están tan malas; no como antes que la gente era más buena y todo aquella nostalgia con la cual me cuesta tanto estar de acuerdo. Aseguro que la cosa ha estado más o menos igual y que la gente, ya con ser gente no puede ya ser otra cosa peor o mejor, dependiendo de la gente que le toque a uno conocer. Yo por ejemplo, conocí esa vez al hijo de una señora, a la que yo le cargaba las bolsas de las compras en la feria donde ella compraba, en un carretón con el que yo trabajaba. El niño parece que no había sido lo suficientemente agradecido con los esfuerzo que por él hacía su madre, la que por cierto no podía elegir a otro para darle una lección al malagradecido que no fuera éste, su servidor que de ser ejemplo de algo en su vida ha pretendido ser. El escarmiento consistía en castigar al niño poniéndome a mi de ejemplo de pobreza y esfuerzo, que sería a mí a quien llevaría al c

América

 Franz Kafka es un escritor enigmático por decir lo menos. Creo haber leído o escuchado que una de las peores cosas que una persona puede hacer en un periodo de cautiverio (cualquiera que este sea) es leer los libros de Franz Kafka...¿y que hice yo en cierto forzado cautiverio del que no viene al caso ponerse ahora a escribir? Pues sí, ponerme a leer las Obras Completas del autor que no tuvo tiempo para terminar casi nada y sin embargo, reconocemos como un maestro de lo retorcido. Casi todos aquellos que en cualquier momento, y amparados bajo cualquier excusa, caemos en la tentación de leer las obras de Kafka, que damos envueltos en cierto sentimiento de incomodidad. Lugar común aquello de que habría pedido que se quemaran todos sus escritos una vez fallecido, lugar común que todo lo extraño, retorcido, agobiante y sin sentido sea reconocido como kafkiano. Una grata sorpresa descubrir que su primera novela ya posee muchas de las características de la literatura que se suele asociar c

Una pareja muy inteligente

    M arianela tardó en sucumbir a los supuestos encantos de Lalo. Él, hombre muy seguro de si mismo; ella, en busca de algo que no estaba tan claro todavía. Carismático más que guapo, Lalo ofrecía a Marianela la posibilidad de una buena conversación antes y después de los placeres de la piel - que nunca fueron tan placeres para Marianela como los placeres de las papilas gustativas o los de descubrir a personas que de alguna forma, logran escapar de lo plano que suele ser todo en nuestro pueblo chico - una relación mucho más profunda que cualquiera que ella hubiese tenido en los años que intentó hacer las cosas de la manera que los otros le decían que se debían hacer.     No era ninguna niña Marianela cuando al fin sucumbió a los encantos de Lalo. Venía de una relación fallida que le había dejado dos hijos como innegable prueba de que, alguna vez, ella se había atrevido a amar. En el pueblo se daba como un hecho extensamente probado que Marianela no pertenecía a aquellos que sucumben