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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Nosotros los de entonces

Y  después de tantos años qué... ¿nosotros los de entonces ya no somos los mismos? No somos, definitivamente no. No hablo de los renovados ni de los que de tanto dolor no podrán sentir otra cosa jamás. Hablo de los oportunos que piden perdón, de los que callando hasta ayer hoy quieren tanto hablar. No somos los de antes; está muy claro...ni más malos ni más buenos; solo distintos. Otros son los intereses y otros son los sueños.  Recurrimos a los nombres del pasado por pura nostalgia porque ni los actos ni los tiempos nos permiten si quiera acercarnos a su ejemplo. Otra vez es primavera y el sol alumbra en todas partes y no todos se entibian. Sigue soplando a veces una brisa que a no todos da paz y un ventarrón que a algunos ni siquiera los despeina... ¿y que podemos decir al respecto?; somos extraños no cabe duda y todos caminamos por las mismas avenidas. Algunos no encontraran lo que hace tanto tiempo andan buscando porque, si lo encontraran algo grande se desa

La bandera

L a bandera estaba ahí; flameando, desatándose de las cadenas invisibles que le prohibían ser ella misma. Era la aurora de la patria que miraba con ojos nuevos la sangre en los amarillos campos de Maipú. Por ella ofrendaron la vida hombres de suelos distintos con un sueño en común: decidir por si mismos el destino de sus pasos que aunque torpes, eran pasos seguros. Vio venir la plaga de la codicia bajando desde el norte apestando a salitre, y como los hermanos que ayer sin nombres ni patria la defendieron entregaban sus valiosas vidas a cambio de preservarles las riquezas a quienes no fueron ni irán nunca a una guerra. Entonces se retorció incomoda en los campos de batalla, observando como los analfabetos disparaban el odio en su nombre. Estuvo abrigando la profunda soledad de setenta y siete niños jugando a ser hombres allá por los cerros de La Concepción , y vio como los soldados enemigos, numerosos, estupefactos no pudieron entender por qué los tercos muchachos jamás quisie

Último e inacallable discurso

Salvador Allende Gossens (II)

04 de Septiembre de 1970 P or qué si su gobierno termino hace cuarenta años todavía hay quienes brindamos por él. Porque para alguno ese día 04 de 1970  sigue siendo el comienzo de algo más hermoso que una simple primavera. La revolución a la chilena que no se niega como otros niegan hoy su pasada devoción por los uniformes. El inicio de una fiesta que duro apenas mil días y cuyos ecos vuelven a retumbar en los oídos de los que en cuarenta años no quisieron escuchar. Aquel 04 de Septiembre no fue si no el inicio de un Septiembre que de los antiguos Septiembres nos alejó. La cueca se puede bailar desde aquel día como el alma la sienta; la leche, aunque sea medio litro, es algo que todos los niños precisan, la educación no debe ni  estará nunca más en manos de la iglesia y los humillados de la patria aunque fuera solo por mil días fueron el alma de la fiesta. Entonces se expandió el pánico; los bancos se vaciaron; los que ostentaron el poder huyeron ante lo jamás imaginado: el