C uando me di la oportunidad de ser quien quería ser y no aquel por entonces era, descubrí en la biblioteca pública de aquella comuna en que había crecido el libro Canciones de un cierto poeta español vilmente asesinado por los fascistas. Otro, otro que al igual que tantos otros cuando sentir está prohibido, como junco quebrado, también en tierra incierta fue dejado. Por entonces yo no sabía de García Lorca más que la sombría tragedia de una mujer llamada Bernarda, que con cinco hijas, una madre y dos sirvientas a cuestas vive los penares de una sociedad pacata y marchitada por esto y lo otro que por ahora no viene al caso. Resultó ser que el dramaturgo fue uno de los más grandes de la poesía universal y aquello por su apego a la naturaleza humana y vegetal, el cariño por los animalillos que ocultos hacen su paso postergado. En el libro Antología Poética de la colección Poetas Hispanoamericanos de ayer y de hoy perteneciente a la editorial Losada puede ser hallada una de las más ce