N o recuerdo haber terminado alguna vez un año tan agotado como éste. Puede ser que se deba, como dicen los expertos, a que este año no ha sido fácil para nadie en nuestro país. Terremotos, tsunamis, cambios de gobierno, réplicas de los movimientos telúricos, mundiales de fútbol y rescates de mineros enterrados parece ser demasiado para un mismo año, y eso sin tomar demasiado en cuenta que por el cambio en la administración del poder hubo más de mil despidos en el servicio público, se reacomodaron los pocos beneficios que habían logrado los trabajadores, se persiguió, estigmatizó y hasta ignoró una vez más las demandas de los pueblos originarios. Muchas personas volvieron a correr sin noción de lo que realmente importa en navidad y como si fuera poco, se les ocurre que el año hay que terminarlo en grande. Como si gritar, saltar y emborracharse fuesen a solucionar alguno de los problemas antes citados. Este año me dispuse a ser mucho más valiente que otros años. Me propuse y dispus