S i alguna conclusión tengo que sacar de haber conocido a tanta gente es que la extrema sensibilidad hace a algunas personas insoportables. Parecen siempre enojados, siempre alerta y agresivos para que nadie vaya a descubrir que la puerta que da acceso a sus sentimientos es una puertecita de madera muy delgada. De insoportables como esos están llenos mis más justificados sentimientos, de aquellos que si abrían la boca dejaban la grande, tan así que los menos cobardes terminaban o por hacerse sus amigos o por evitarles a como diera lugar porque eran unos intratables. También están llenos mis recuerdos de aquella mejor llevada hipocresía que en no pocas personas es la muestra más excelsa de su buena educación; es decir, no decir nunca nada que les vaya a comprometer demasiado, esperar que otro u otra lance la primera palabra para dar su opinión, acatar mejor lo que vote la mayoría a decir de frente que no están de acuerdo, porque siempre es mejor el silencio a pasar por desagrada