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Mostrando entradas de 2023

En Septiembre Canta el Gallo

E staba ansioso por ver este documental. Es algo así como mi regalo de navidad poder haberlo visto y disfrutarlo muy a pesar de quienes creen que estas maravillas se hacen para poner el dedo en una yaga que, a falta de justicia, no ha terminado nunca de cerrar. En septiembre canta el gallo es todo menos tristezas. Ya titular el documental como la entrañable canción de Isabel Parra es toda una declaración de principios. La Unidad Popular fue y siempre será una excepción en la historia nacional. Nunca la cultura fue más cultura y aunque asistimos a una parcelada revisión del canto oficial de aquel tiempo (puede ser que el acotado tiempo, 90 minutos, sea la causa de la omisión de cantores no "afiliados" a partido ni movimiento alguno). Están todos los nombres titulares de la Nueva Canción Chilena y una que otra sorpresa para quien no espera sino lo evidente. Nano Stern y Luis Emilio Briceño encabezan un material entrañable para quienes crecimos escuchando aquellas canciones que

El Chile que no fue

E stuve varios días sumergido en la lectura de este libro que no es precisamente un libro fácil de leer. No es fácil de leer porque está seriamente documentado y porque mucha de esa documentación es estadística y no pocas veces repetitiva. Lo encontré a inicios del mes de septiembre en la librería de la Editorial Universitaria. Me gustó mucho la edición y lo que leí en la contraportada y para ser sincero, esperaba una lectura más ligera de lo que terminó siendo la dolorosa lectura de datos históricos que, aunque hace años están al alcance de todos y todas, no han sido reconocidos por una parte importante de la sociedad chilena que se pareciera tenerle miedo a reconocer cómo es que funciona el Chile real en contraposición con ese Chile que dos veces casi fue...pero no. José Manuel Balmaceda y Salvador Allende; comparados o contrapuestos en su afán de cambiar una historia que aunque republicana es una historia de manipulaciones y de mentiras. La lectura de este libro nos enfrenta (a quie

Tengo que confesar algo

Tengo que confesar que yo soy un niño.  Cuando llegó a la casa me quito la barba...y la guardo. C uando yo era un niño no fue un topo quien me preguntó qué es lo que quería ser cuando fuera grande.   Fue una comadreja macho que se burlaba de mis delicadezas. Mi respuesta fue la que ustedes ya saben… Cuando sea grande quiero ser bueno.   Mi mamá me dijo, hace muchos años, que quienes fueran como niños estarían más cerca del reino de los cielos. Lamentablemente sólo he conocido reinos en la tierra donde todo parece tener dueño, por eso me puse a leer sobre filosofía.   Fue Friedrich Nietzsche el que escribió que la altura más noble es la altura de los niños y de las niñas. Cuando regreso a aquella casa que, aunque no es mía, siempre tiene una luz encendida en la ventana que espera por mí, me quito la barba, la doblo y la guardo en una caja en donde también guardo los problemas que se me quedaron enredados en la única ropa linda que yo tengo.

Un país históricamente conservador, arribista y mezquino

  P odría responsabilizar a Oscar Contador y a su ameno libro Siútico (Arribismo, abajismo y vida social en Chile) del país que busco entender mediante estos textos, pero sería injusto. Antes de leer el libro ya había notado la natural tendencia del chileno medio a no correr riesgos injustificados, a mirar a las clases superiores con un poco de resentimiento y un mucho de anhelo de ser aceptado por ellas. Lo de ser mezquinos es más relativo. Chile es muy conocido por sus campañas solidarias y el término mezquino es relativo porque se apega al carácter individual de la mayoría de los y las habitantes del país. Tenemos excepciones todavía (algunas personas en regiones apartadas de las grandes ciudades) pero, debido principalmente a la sensación de inseguridad que multiplican los medios oficiales de comunicación y de prensa, la mezquindad relacionada con dar al otro, va en innegable alza. ¿Qué es lo que cuesta dar al otro? pasemos de cosas materiales, es Chile un país donde la inmensa may

Los expertos

  U na rápida mirada al pasado nos revelará que quienes tomaron las decisiones siempre fueron otros. En modo alguno los parroquianos de las chinganas, ni los mineros con sus mujeres, tampoco la inconsciente chusma que vitoreaba a Alessandri, tal vez un poco los ilusionados a la vez que sorprendidos partidarios de la Unidad Popular que anduvo cerca pero el país, a lo largo de su historia, no ha sido todavía capaz de prescindir de aquellos que saben más. Es por todos sabido que hay quienes se educan para mandar y quienes son educados para obedecer. Para ser sinceros, muy pocos son los que se educan para pensar. Calcular tal vez, sacar cuentas e interpretar estadísticas, administrar el presupuesto nacional y mantener al país en orden para hacerlo atractivo a las inversiones extranjeras. He allí la importancia de los expertos, ese grupo privilegiado que no siempre provino de la aristocracia pero que en su seno acoge a cualquiera que condicione sus ideas, por incendiarias que sean, a la ley

FILSA 2023

  M e preguntaron más de una vez qué es lo que se sentía estar en la feria internacional del libro de Santiago exponiendo libros escritos por mí. mi respuesta; seguro no era la que se esperaba...nada. No es muy distinto, para mí, estar en un lugar llenó de libros que me gustaría leer, a estar en un lugar en donde espero que al menos una persona se interese en leer lo que alguna vez escribí. No uso redes sociales, no pienso que lo que escribo tenga alguna importancia para otra persona que no sea yo y sobre todas las cosas; la mayoría de los libros que he publicado los escribí hace muchos años.  El primer día llegué temprano; tenía mucha curiosidad de saber cómo sería la cosa. El stand de ediciones ondemand estaba lleno de personas (igual que el año pasado en que solo asistí como lector a la feria). La mayoría de ellos escritores (as) y las personas que cumplían distintas funciones tras el empeño de vender los libros y además mostrar de lo que es capaz una buena imprenta en estos días en

REC (2007)

  E sta debe ser la película española que más me ha sorprendido. No esperaba disfrutarla tanto así como, después de tantos años, todavía recordarla. Desde el minuto uno y hasta el final, no podía despegar la vista de la pantalla. Estaba cautivado por Manuela Velasco (la protagonista) y fascinado por esta historia de una reportera primeriza que acude a un cuerpo de bomberos para mostrarnos lo que otros hacen mientras nosotros dormimos. Una premisa así de vacua que se va desarrollando de la manera en que se va desarrollando para, tras algo más de setenta minutos, sumergirnos en una noche absolutamente demencial donde el humor absurdo, los sustos inesperado y la sensación de claustrofobia están tan bien entrelazados que, era qué no, terminó siendo una franquicia y, como ocurre con todas las películas exitosas del mundo que no fueron hechas en Estados Unidos, terminan teniendo un remake hollywoodense (en este caso dos) de dudosa calidad. Paco Plaza y Jaume Balagueró (los directores de la

La música (III)

                             *    V íctor Jara, el cantor que habían matado los militares, había escrito y cantado muchas más canciones que el cigarro y aunque sus canciones estaban prohibidas por la dictadura en que me tocó crecer, de todos modos, las pude escuchar. Sus canciones y su música eran porfiadamente compartidas por aquel mismo pueblo al que él le cantó. La letra de sus canciones tenía el mismo o tal vez mayor valor que cuando habían sido cantadas por primera vez. Había en mi infancia un casete pirata que vi volar libre de mano en mano. Vi cómo era que esas canciones alegraban a aquellos que parecía que ya no reirían nunca más (La beata, Ni chicha ni limoná), oí como es que volvían a creer aquellos a quienes les aplastaron las esperanzas (El arado, Plegaria a un labrador), estuve presente cuando aquella música mantenía más unidos que nunca a quienes hoy es tan fácil separar. **     L a gente que era mi gente por entonces oía bastante música trágica. Los boleros, los vals

La memoria infinita

H abía estado esperando hace rato el momento. Sabida es mi admiración por Paulina Urrutia (mujer, actriz y ser humano innegablemente sensible); no había tenido ocasión de expresar la que siempre he sentido por Augusto Góngora (hombre, periodista y valiente en tiempos de cobardes). Quería mucho ver el documental de Maite Alberdi que la venía rompiendo en récord de público y buenas críticas. No se había dado el momento...hasta ahora. Cuando Augusto Góngora murió yo estaba pasando por el que ha sido, hasta ahora, mi momento más delicado en temas de salud. Estaba convaleciente de una operación y en estricta observación, a la espera de alguna manifestación sorpresiva de mi estomago tras una peritonitis que como no me mató, me hizo más sensible. Claro que sabía de qué iba el documental; muy poco sabía de la historia de amor que hace más de veinte años venía escribiendo la pareja depositaria de mi admiración. En varios momentos del documental quise llorar...no sé porque no lo hice, puede ser

Pettinellis

E ste es uno de los pocos discos que nunca me canso de escuchar. Desde la primera canción ( Hospital ) que se supone, es trágica, yo siento algo parecido a lo que los optimistas llaman alegría. Puede que sea la voz de  Álvaro Henríquez , que como muy pocos en la historia de Chile, es incomparable puesto a componer canciones o la soberbia musicalización a cargo de  Camilo Salinas ,  Nicolás Torres  y  Cristián Espiñeira  que logra una inmersión muy difícil de explicar si no se ha escuchado nunca el primer y único disco durante veinte años de esta fugaz, a la vez que potente banda.   Un hombre muerto en el ring ,  A Go Go  o la irreverente  Ch Bah Puta la  güeá , son para mí, en parte, el sonido de la felicidad. El año 2002 estaba recién formalizando una historia de amor que, pese o gracias a las diferencias, ha durado hasta hoy. Esperábamos a nuestra hija y uno de mis estudiantes me regaló una copia de este disco porque decía que las canciones que había en él le recordaban a las cosas

No odiar también es un privilegio

T enía guardadas algunas reflexiones sobre "el despertar de Chile" (octubre/2019), otras dedicadas a aquellas feministas que parecieran querer prescindir de "todos" los hombres, y cómo no...acerca de los cincuenta años del golpe de estado, también en Chile; para quién piense que la estrecha franja al sur del mundo es un país aburrido. Son reflexiones poéticas de esas que me encuentro escribiendo en los cuadernos y agendas que me regalan y parecieran no tener un uso definido hasta que, por apuro más que por disposición, termino escribiendo en sus vacías hojas. Estas son reflexiones reposadas. La primera parte de algunos escritos que buscan. como casi siempre, mostrarme lo más claramente posible quién soy según va pasando el tiempo y van pasando cosas que me impulsan a escribir. Decía que son reflexiones aunque incluí algunos poemas que escribí para este blog. La segunda parte son solamente poemas y están en un libro que pronto será publicado y que llegado ese momento

Tsotsi (2005)

E sta es una de esas películas que dejan tranquilos a quienes ven en los finales felices un reparador bálsamo a los grasientos y desagradables finales que la mayor parte del tiempo, en la vida real se dan. El haber recibido el premio Oscar 2005 a la mejor película extranjera cierra con broche de oro cualquier tipo de discusión con respecto de hasta dónde puede llegar una denuncia social de este tipo. A mí la primera parte de la película me estremeció. Sucumbí al humano rechazo que se puede llegar a sentir por esos delincuentes jóvenes, que sin escrúpulo alguno, hacen y deshacen en las ciudades del mundo civilizado. En la medida que avanzaba la trama, como seguramente lo esperaban el director Anthol Fugard , ese malestar con respecto al actuar de Tsotsi (un notable Presley Chweneyagae ) se va transformando en un afecto que nos empuja a esperar lo mejor para un personaje que en un principio es detestable y que va adquiriendo ciertas sensibilidades no exploradas al descubrir a un bebé en

El legado democrático

  Q uienes aprendieron las lecciones de la Historia (y la aprendieron demasiado bien) fueron los señores políticos. Parias en los primeros años de la dictadura e inesperados aliados al término de la misma. Políticos también hubo cuando los economistas vieron, con absoluta claridad, qué es lo que se tenía que hacer para transformar los conceptos. Incluso algunos políticos fueron tan importantes durante la dictadura que sus rostros y sus obras estarán eternamente ligados a la imagen del dictador. Pero irónicamente, quienes fueron de mayor utilidad para Augusto Pinochet Ugarte, fueron los políticos que en dictadura fueron proscritos. Esos mismos que cercanos o tibiamente lejanos del gobierno de Salvador Allende, a partir del plebiscito del cinco de octubre de mil novecientos ochenta y ocho pasaron a ser los depositarios de un poder tutelado por el comandante en jefe benemérito reconvenido a partir de entonces en senador vitalicio. Fue la consigna del primer presidente democrático, después

No hay manera de empatar las cosas

  S e intenta justificar lo injustificable aduciendo que hay que remontarse al año 1970, al gobierno de la Unidad Popular para contextualizar el golpe de estado que tanto daño les hizo a tantos y tantas alegrías les trajo a pocos. Se dice que el gobierno de Salvador Allende fue una dictadura y que se pasaron a llevar los derechos humanos de los terratenientes y las transnacionales. Quién ha leído, aunque sea un poco de Historia de América con los dos ojos, sabe de la Guerra Fría y las insolentes gestiones de Estados Unidos en contra de la voluntad democrática de aquellos países que, su política colonialista, nunca ha dejado de ver como infantiles. Sabe, aunque se resista a reconocerlo, que la mayor cuota de violencia, esa violencia que no solo es verbal, sino que vuela puentes y mata a generales del ejército no es atribuible a los afines al gobierno que fue derrocado. Es muy cierto que algunos hablaron de más, que no pocos creyeron en aquello del poder popular y al momento de los cañon

La revolución con sabor a empanada y vino tinto

  C iertamente, para la comunidad internacional, era llamativo que un gobierno socialista llegase al poder a través de votos. No debió serlo para el veleidoso historial democrático del país que, después de tres intentos, le dio el triunfo a Salvador Allende, eterno candidato del partido socialista. Pudo hacer sido en 1952 y no hubiese pasado nada. Otro gobierno con vocación popular como lo fueron los de Arturo Alessandri o Pedro Aguirre Cerda. Allende, según sus biógrafos imparciales era un hombre de profunda convicción democrática y hubiese pasado a la historia como uno más de los presidentes que, proviniendo de una clase acomodada, tenían un verdadero compromiso con la solución de los incontables problemas económicos y sociales que desde siempre han afectado a su país. Mal momento para triunfar. Tras la revolución cubana, tras el mayo del 68 en Francia, en el momento más fogoso de la Guerra Fría. El clima mundial venía caldeado de sucesos históricos, los jóvenes con conciencia social

Las cosas no siempre se pueden ver más claras

  H ace rato que me vengo acordando de aquella vez en que el entrañable maestro Egidio Torres Contreras me dijo que no se podía ver claramente un hecho histórico sino con cincuenta años de distancia. Han pasado cincuenta años desde el golpe de estado en Chile y ya ve usted…las cosas no siempre se pueden ver más claras cuando no existe la suficiente lucidez para reconocer lo que, no cabe duda, ya es hora de reconocer. Han pasado cincuenta años y todavía hay quienes viven aferrados y aferradas a una idea del asunto que les divide de quienes piensan diferente, cuando lo esperable es que las ideas opuestas se pudiesen complementar. Parecen naturales las divisiones entre los seres humanos, necesarias para poder ser lo que pretendemos ser y al parecer nos estorba para ser de una vez en conjunto. Un país no puede avanzar sin llegar a acuerdos, cosa que entienden muy bien los políticos y los empresarios. La democracia, aunque no es perfecta, debe ser cuidada sobre todo en aquellos países que h

La música (II)

*   L os Beatles (según supe después) eran (y son al momento que escribo estas palabras) una de las mejores y más importantes bandas de música de la historia para no pocas personas y especialistas. Averigüé todo cuánto pude sobre ellos. Busqué sus canciones en la radio, le pregunté a no pocos adultos que conocía y mucho antes de lo que me esperaba estaba convencido de que no simplemente me gustaba una o dos de sus canciones, sino que me gustaban todas.     Fue por entonces que supe que la música puede cambiar la manera como vemos al mundo, porque aunque no entendía nada de lo que escuchaba, no podía dejar de estar contento. Es necesario aclarar que las radios en aquella época programaban principalmente las canciones movidas de las bandas inglesas y una que otra canción de amor de esas lentas pero pegajosas. Mucho después supe que la banda que tanto me gustaba había revolucionado al mundo de la música, pero no con aquellas canciones, sino que con otras canciones que tardaría una buena

Mentiras Fundamentales de La Iglesia Católica

  T engo que reconocer que el nombre del autor me hizo dudar en todo momento de lo que pudiese decir el libro. No era nada difícil suponer que se trata de un periodista español, por lo de Pepe. Con respecto al titulo del libro; el mismo autor reconoce que puede parecer inadecuado y lo justifica argumentando que es la misma iglesia católica la que propone que: "la mentira es la ofensa más directa contra la verdad; mentir es hablar u obrar contra la verdad para inducir a error al que tiene el derecho de conocerla. Lesionando la relación del hombre con la verdad y con el prójimo, la mentira ofende el vínculo fundamental del hombre y de su palabra con el Señor". El hecho es que, no es posible ninguna religión o secta sin una considerable ración de mentiras, razón que se basta a sí misma para justificar lecturas como ésta que comento. El libro, en algo más de 450 páginas, profundiza en aspectos que para el lector medianamente interesado en el tejado de vidrio que existe y separa a

Sinéad O'Connor - The Emperor's New Clothes

 

Sinéad O'Connor

  E n una croquera que el profesor de artes del liceo me había regalado para que escribiera los poemas y las reflexiones que solía escribir cuando debiese estar dibujando tenía pegada una foto de Paulina Urrutia caracterizada como su personaje de Jonny Cien Pesos, una foto de Julie Delpy en Black, otra foto, en color, de Paulina Urrutia y una foto de Sinéad O' Connor. Ideales de mujer ocultos entre ideales de amor y de mundo. Mundo caótico que ofrecía un remanso al trágico escribiente que no teniendo con quién hablar de libros, cine o música, intentaba ordenar en algo sus pensamientos escribiendo cuando debiese haber estado viviendo. A pesar de la melancolía, el romanticismo algo trasnochado y las urgencias sociales de ciertos escritos, sonaba en mi cabeza la voz de aquella hermosa y, en apariencia, frágil mujer que cantaba con una energía inesperada tomando en cuenta lo delgada que era. La canción que más me gustaba y que más me gusta de ella es "El traje nuevo del emperador&