E n los últimos años del siglo xx pude conocer algo de ese mundo que tanto le debe a las políticas económicas que instauró la dictadura que por tantos años nos asoló. Trabajé en un centro comercial de la periferia y a pesar o tal vez, gracias a las infinitas distracciones, escribí mi séptimo cuadernillo: Cuadernillos de Fin de Siglo . Pues bien; me pregunté no pocas veces qué era todo eso que estaba presenciando; intenté equipararlo a los mundos y las gentes que había conocido antes; pero no era posible; éste era un mundo nuevo y con él; nuevas gentes que ya nunca más serían llamadas pueblo. La economía bullía, las ciudades crecían, el crédito multiplicaba los panes, las gaseosas y los electrodomésticos; surgían nuevos espacios para la cultura enajenante de siempre y era más fácil que nunca ser quien uno quisiera ser. Las personas que en aquellos años conocí, definitivamente nunca más serían pobres. Los bienes de consumo nunca estuvieron más al alcance de las masas; había en el