Quiero escribir acerca de un hombre que vino dos veces hasta mis cosas. Lo escuché hablar cuando era niño y aunque reconocía en él algo especial no lo tenía en buena estima porque a veces cuando hablaba lo hacía sobre Dios. Nunca me gustaron los hombres que hablaban de Dios, no cuando veía mucha palabra y muy pocos actos. No era al parecer el caso de este hombre; le siguió hablando de Dios a quien le quisiese escuchar, aquella fue la primera vez que lo conocí. Con el inevitable paso del tiempo fui encontrando certezas y comprendí que las cosas de este mundo no tienen por qué estar lejanas de aquel sentimiento místico de que existe un ser superior. Cuando niño no encontré espacio para la espiritualidad, muchas rabias y decepciones marcaron mis madrugadas y mis noches, entonces solo podía creer en las causas sociales desde la certeza de una convicción política. La adolescencia me dio la oportunidad de volver a encontrarlo, había continuado con sus historias, su sencilla y gra