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Mostrando entradas de mayo, 2010

Cada vez que tú vienes

C ada vez que tú vienes Yo me pongo contento ¡¡Qué digo contento…!! Me pongo alegre ¡¡Qué digo alegre…!! Me pongo tonto Se me confunde el cielo Con la tierra Y la tierra con el cielo Se me confunde la risa Con el llanto Y el llanto con la risa Cada vez que tú vienes Yo me pongo extraño ¡¡Qué digo extraño…!! Me pierdo y luego me encuentro Pero sólo si eres tú

39 escalones (1935)

N o es la primera película de aquel magistral director que fue Alfred Hichkock pero sí la génesis de un estilo con un sello muy propio: el del suspenso. Antes de esta cinta da la impresión de no haber definido su estilo de películas; humor encontramos siempre (incluso más presente en su etapa muda que el suspenso) historias de sorpresivo desenlace, y ambientes claustrofóbicos pero sin definirse hasta entonces el estilo que definiría de aquí en adelante las películas del que es considerado el maestro del suspenso . Basada en la novela Los treinta y nueve escalones de John Buchan es la historia de un hombre que se ve involucrado en una situación no esperada; en medio de un número de variedades en un teatro se produce una refriega la que termina tan solo tras un misterioso disparo. El hombre es abrazado por una misteriosa mujer que una vez en su departamento le confía un terrible secreto el cual debe ser informado a las autoridades. Aquella noche la mujer es apuñalada y por su pue

Madres del día

E s curioso; en pocos días me he encontrado con la siguiente reflexión dos veces y en medios de comunicación dispares: " Cuando una persona pierde a su madre o a su padre es huérfana, cuando una persona pierde a su esposo o esposa es viudo o viuda…pero es tan dolorosa la carencia que aún no somos capaces de darle un nombre a la persona que pierde un hijo". Más de alguno de nosotros ha pensado en el niño o la niña que en la escuela debe sufrir la enorme pena de hacer una tarjeta o alguna chuchería para una madre que no está ó como la fría ley del mercado nos empuja hacía los escaparates porque al menos un engañito hay que llevarle a la viejecita. Pero pocos han pensado en aquellas que van por la vida con un pedacito ausente de sí mismas. He conocido al menos a tres madres que ni con la muerte de por medio han dejado de serlo. Mi madre me conversa de lo terrible que es vivir este día sin una madre, que uno no la valora sino hasta que está ausente, y yo le invito tan solo a

Día de Marcha

L os accesos al sector donde se realizaría el acto central estaban dispuestos para dificultar la llegada de los trabajadores. Fuerzas de la ley en todas partes, rodeándolo todo y rodeándonos a todos, helicópteros y vehículos en cantidades hace mucho tiempo no vistas. Al comienzo muy poca gente: ancianos, grupos pequeños de trabajadores y poco comercio. Desde el oeste vinieron entonces los ritmos ancestrales, cantos y papeles bailando al viento. Venían los de la salud, los de la educación, grupos juveniles, más ancianos gritando para no ser olvidados. Caminaron de nuevo junto a los mil veces postergados los que solo hasta ayer tenían el poder y como corresponde fueron insultados, escupidos y golpeados con monedas. Aquella fue nuestra única violencia, una que solo se justifica en la impotente rabia de verles de tan cerca después de tanto tiempo sus caras de sinvergüenzas. En ese momento, y a pesar de los obstáculos de nuevo éramos muchos, cuadras y cuadras de voces y corazones que no se