M e cuesta comprender que haya quienes no escuchan o poco les interesa lo que digan las letras de las canciones. Si bien, también soy capaz de divagar con una sobresaliente ejecución instrumental o las maravillas que es posible hacer brotar de sintetizadores y órganos eléctricos; nada me conmueve más que la poesía o las imágenes que quedan en mi mente tras escuchar algunas canciones. Puede ser la tragedia que campea a sus anchas en algunos tangos, las lagrimosas manifestaciones del amor mal correspondido tan propias de los boleros y los corridos mexicanos o la simple ternura de ciertos compositores que han escrito y cantado al amor de nombres sencillos en el pasado y el presente con una inspiración muy difícil de falsear cuando no se tiene. Ha ratos necesito escuchar música alegre que otorgue un respiro a la natural melancolía que a cada rato me acompaña. Necesito de momentos y de canciones que me permitan integrarme a la celebración colectiva; entiéndase la cumbia, la salsa