H abía estado esperando hace rato el momento. Sabida es mi admiración por Paulina Urrutia (mujer, actriz y ser humano innegablemente sensible); no había tenido ocasión de expresar la que siempre he sentido por Augusto Góngora (hombre, periodista y valiente en tiempos de cobardes). Quería mucho ver el documental de Maite Alberdi que la venía rompiendo en récord de público y buenas críticas. No se había dado el momento...hasta ahora. Cuando Augusto Góngora murió yo estaba pasando por el que ha sido, hasta ahora, mi momento más delicado en temas de salud. Estaba convaleciente de una operación y en estricta observación, a la espera de alguna manifestación sorpresiva de mi estomago tras una peritonitis que como no me mató, me hizo más sensible. Claro que sabía de qué iba el documental; muy poco sabía de la historia de amor que hace más de veinte años venía escribiendo la pareja depositaria de mi admiración. En varios momentos del documental quise llorar...no sé porque no lo hice, puede ser