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Mostrando entradas de abril, 2015

Para leer al Pato Donald

A cabo de terminar, hace algunas semanas, un libro que dió mucho que hablar a principios de los años setentas y que al día de hoy sigue estando innegablemente vigente. Para leer al Pato Donald (Ariel Doffman- Armand Mattelart; 1972) el cual es un ensayo o tratado marxista acerca de como las historietas de la factoría Disney lavaban el cerebro de los países de Sudamérica a través, no solo del refunfuñón pato, sino que con toda una fauna de seres humanizados según y para el servicio de la ideología capitalista. Es un libro de lectura imprescindible; no porque nos neguemos a evolucionar el pensamiento según el devenir de los nuevos tiempos, sino porque al igual que otros libros que fueron publicados durante aquella década, intenta revisar las bases de nuestra identidad. En el mundo de Donald y compañía no existen relaciones directas (no hay padres ni madres), los bienes materiales existen pero no existe la mano de obra que los produce, siempre hay ladrones que quieren robarte tus prop

Celebración de la fantasia

F ue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca: -Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima -dijo -Y

Eduardo Galeano

P oco de la historia oficial, mucho de las historias del alma, la de los abrazos, las equivocaciones y las certezas. Todas allí, en sus páginas. Magnifico y magnético, cercano e íntimo el hombre es todos nosotros y más. Hay que ver lo rápido que uno es capaz de leer sus libros; pocas veces la lectura resulta más cómplice y cercana. Las letras hablan sobre   el ayer y el ahora con el sentido que solo adquiere lo necesario. Los que viven para etiquetar lo archivaran seguro entre cronistas o tal vez lo degraden a simple periodista; pero nosotros sabemos que él es más que eso…es el hermano que anda de viaje pero siempre vuelve, el que cuando regresa sabe cuáles serán las memorias que necesitaremos conocer y conservar. Nos cuenta con la naturalidad con que le contaron, no son necesarios los adornados salones para escucharlo o leerle; él escribe y nosotros escuchamos o leemos como en antaño algunos contaban y otros respetuosamente escuchaban. Cada libro, cada historia son

Ladrones a uno y otro lado

H ace algunos años aquellos entrañables hermanos que son Gastón y Eduardo Guzmán les hicieron una entrevista y tenían un pequeño desacuerdo: sirve de algo votar cuando nos llaman a elecciones... Gastón sostenía que no sirve para nada porque las cosas no cambian y en aquella vieja historia del rico más rico y el pobre más pobre, vamos de mal en peor; Eduardo entendía las preocupaciones de su desesperanzado hermano pero, se permitía la defensa de un derecho que nadie le podría nunca negar. Decía Eduardo algo así:     -  Me gusta votar; porque así puedo elegir quien quiero que me robe.     La nula credibilidad que tienen hoy en día los políticos a muchos nos alcanza a penas para hacernos reír. Cada vez más se escucha a las personas aclarar que sus críticas a los actos políticos son independientes de quien gobierne. Pero puesto que toda república que se precie de tal debe necesariamente tener un modelo político, y que la democracia es el sistema de gobierno menos malo ¿qué queda